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Mostrando entradas de octubre, 2018

Vuelo nocturno

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Nadie en el 29 A, ventanilla, ningún ojo desde ese asiento vacante mirando la noche cerrada. Nadie llega a un aeropuerto vacío, donde nadie ha ido a esperar a nadie. No está la sonrisa que de pronto ilumina la llegada del otro, porque el otro no ha llegado. Un sitio vacío en el parking, un rectángulo negro de asfalto donde pesa la ausencia del vehículo a él destinado que no vino, solo un charco empapa la soledad amarillenta iluminada por una farola mustia. Desde la indignidad del sofá envejecido mirar de reojo el reloj que apenas mueve sus manecillas, en un lento e inexorable camino al vacío mortal de la no partida. Tras las cristaleras de terraza de barrio, los salones iluminados donde brilla el artificial fulgor de las aburridas televisiones que insisten en vulgarizar al país. La pequeña lucecita móvil se acerca desde el horizonte, otro avión, uno más que recuerda el desistimiento del viaje, el cobarde arrellanarse en los flácidos cojines azules de la indolencia, de la barbar

Lejos del Otoño

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Como la Baja California, tus piernas peninsulares, se extienden, dunas canelas, a lo largo de la orilla, el azul, deslumbrador y cambiante, viene y va mojando las puntas de nácar de tus dedos, sobre el verdoso reflejo que sube y baja, espejo ajado, los puntos blancos y cambiantes de las barcas. Cierras los ojos al sol y no sé qué sueñas, tu respiración leve da pálpito a pechos breves y firmes, como movidos por un magma interno, latente de pasiones adormecidas a la brisa de poniente. Tu vientre firme, se ondula suavemente a la caricia imaginada de mis manos, te apartas un mechón negro que el viento puso en tu cara, y mis ojos siguen el movimiento, ágil y delicado de tus dedos que parecen anémonas submarinas movidas por la marea, largas cintas verdes mecidas por las corrientes entre las que juguetean pececillos mudos de colores. Te recuerdo en otoño, cuando tu cuello se refugiaba en la cálida piel de tu abrigo, cuando tus ojos, huyendo del