Dibujos taurinos de Carlos Sáenz de Tejada
Una de esas bodegas, la más antigua
del Marco y una de las empresas familiares más antiguas de España, es Delgado
Zuleta, de Sanlúcar de Barrameda, fundada en 1744, aunque existen documentos de
su actividad de 1719, adoptando su actual nombre en el siglo XIX, de Don José
Delgado y Zuleta, marino de guerra que casó con una descendiente del fundador
en 1870, y cambió su carrera militar por
la vinatera. La bodega mantiene una gran vinculación con la armada española,
siendo La Goya, su manzanilla emblema de la casa, la primera en viajar en un
buque de la marina española, el Hespérides, a la Antártida.
Me acerqué para apreciar el elegante trazo de los dibujos, solo unos toques de rojo en algún detalle sobresalen de los tonos ocres que dominan las imágenes, enseguida reconocí el estilo elegante, las formas alargadas, como manieristas, de las figuras, en la esquina inferior derecha de cada cuadro, unas firmas me confirmaron mi primera impresión, CS Tejada, son una serie de dibujos taurinos del pintor, nacido en Tánger en 1897 y muerto en Madrid en 1958, Carlos Sáenz de Tejada, perteneciente a una familia de la vieja aristocracia de provincias fuertemente arraigada en la Rioja Alavesa.
Pintor, cartelista, figurinista,
decorador e ilustrador español, conocido por sus carteles realizados para
propaganda del bando nacional en la Guerra Civil española y, recuperado para
nuestra historia del arte tras unos años de olvido, gracias a la magnífica
exposición organizada en el Museo ABC de Madrid en otoño de 2011 donde se
mostraban sus obras como dibujante de moda en París.
Los dibujos que se encuentran en
la sala de Bodegas Delgado Zuleta están realizados sobre papel manufacturado en
la fábrica alavesa de Heraclio Fournier, descendiente de maestros impresores
franceses que fundó un pequeño taller de naipes en Vitoria en 1868.
Probablemente la serie se encargó a Sáenz de Tejada en los años cuarenta del
pasado siglo y se grabaron sobre dibujos originales hechos a lápiz, carbón y aguada
de color con el habitual virtuosismo en el dibujo del pintor, también utiliza
carboncillo cuando ha de sombrear zonas amplias, aunque a veces las sombras más
tenues las hace con aguada.
En otro dibujo se muestra la
embestida del toro al caballo del picador, el animal impresiona por su fortaleza,
vitalidad y movimiento. En otros muestra diversos lances de la faena del torero,
el maestro abriéndose de capa, las banderillas, un muletazo y, por fin, el
triunfo del hombre ante la bestia. Manchas de rojo destacan y dan resalte a los
dibujos, la camisa de un monosabio, el grana del capote, un detalle del traje
de luces, las divisas sobre el morrillo ondeando al viento… y el negro,
musculoso y potente del astado que carga con toda su fiereza al reclamo de los
engaños. No se ve al público, solo el sacerdote y los oficiantes, el toro
frente a ellos, el ritmo, la elegancia del dibujo acoplándose con la elegancia
de los armoniosos movimientos de la tauromaquia, todo envuelto en el ancestral
misterio de este rito milenario, arte y cultura, seña de identidad de nuestro
pueblo, de nuestra civilización clásica mediterránea perdida en la noche de los
tiempos.
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