Solo en el patio
Allí estabas cuando fui a recogerte, solo en el patio. Una
llamada temprana del colegio me sobresaltó. Me vestí lo más rápido que pude y
salí a buscarte – su hijo está muy mal, conviene que lo recoja y llame a Salud
Responde – Como para no alarmarse.
Estabas tranquilo con tu mochila, con el chándal del
uniforme. La cara, eso sí, bastante pálida, te habían pasado un termómetro por
la frente, normal, 36’5º. Te dolían los brazos y las piernas y el estómago.
Otro estirón seguramente.
Mientras caminábamos juntos de vuelta a casa me preguntaba por qué, en un estado tan calamitoso de pandemia, con una de las ratios de contagiados peores de Europa, no había en cada colegio al menos un Asistente Técnico Sanitario en un botiquín, que pudiese hacer un PCR sobre la marcha. O al menos una patrulla volante que pudiese acudir a los colegios que avisaran de incidencias. Nada. Ahí tiene usted a su hijo, apáñeselas.
Te dejé en tu habitación en la cama descansando, luego,
después de avisar al resto de la familia para que tomaran las precauciones
oportunas, llamé al teléfono de Salud Responde de la Junta de Andalucía, pero
lo de “Responde” es solo un nombre comercial que no tiene nada que ver con la
realidad.
Una voz grabada te va dando opciones para marcar en el
teléfono: “Si tiene estos síntomas… marque 1”… “Si pertenece al colectivo de
sanitarios o a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado marque 2”… y así
todo, o sea nada. Nadie atiende, no hay ninguna instalación donde acudir para
realizar las pruebas, lo dejan todo bajo la responsabilidad personal de cada
uno, sin saber qué hacer o a dónde acudir. Claro, salvo que tengas enchufe o
conozcas a alguien en un hospital, como todo en España, como siempre…
Así que si somos asintomáticos iremos propagando la
enfermedad por donde pasemos, o eso, o nos gastamos 150 euros cada uno, o sea,
por cinco, para estar tranquilos. Nadie se preocupa, nadie responde, nadie se responsabiliza
de nada.
Mientras tanto siguen las peleas barriobajeras de la clase
política, y el país se va al carajo. A la república bananera que vive del sol y
la playa, de las paellas y la sangría, se le ha acabado el rollo. El barco se
hunde mientras la orquesta del Congreso sigue desafinando. Mientras el patio de
17 locos, cada uno con su tema, sigue barriendo para lo suyo, el objetivo no es
salvar al país y a sus ciudadanos, ni mucho menos, el objetivo es aguantar en
el cargo todo lo que se pueda, que en la calle hace mucho frío y la
COVID19 acecha.
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