El mundo de los pueblos desde la Perspectiva Nevski

Un viento a treinta grados bajo cero me ha helado el corazón. Los campanarios y las avenidas barridas por el gélido aire están más desiertas aún, en su soledad se ve alejarse, entre remolinos de la ventisca, la gracia incomparable de la sombra de Nijinsky que se ha parado a calentarse en una hoguera donde un guardia rojo ha abandonado su fusil.

Han acelerado su girar ensimismado y místico los derviches giróvagos buscando abrirnos las puertas, abiertas de par en par para Franco Battiato, que ha caminado hacia la luz de una fiesta de verano en el Norte de Irlanda. A lo lejos, se escuchan voces en el estrecho de Mesina, y viejas canciones balcánicas transmitidas desde Radio Tirana.

Buscando los ángulos de la tranquilidad, superada ya la monotonía de los días que pasan. Franco ha encontrado la tranquilidad en la paz del crepúsculo, al final del camino. Se encenderán de nuevo, esta noche en su honor, los braseros ardientes de los bailarines búlgaros y los candelabros sobre las cabezas de los zíngaros del desierto.

Al Gobernador de Libia le ha llegado una carta necrológica en esta primavera calurosa de Bengasi. Le da noticias del hombre que se ha ido a buscar mundos alejadísimos, culturas sepultadas, continentes perdidos y místicos territorios.

Cantó a la pobre patria, la aplastada por los abusos del poder de gente infame que no conoce el pudor, gobernantes, perfectos e inútiles bufones… la primavera tarda en llegar… en el puerto ondea la bandera blanca, mientras los idiotas del horror no sienten nada ante la visión de los cuerpos tendidos sin vida, mientras se han escuchado disparos en una calle del centro.

Todo en torno hace ruido, época de locos llena de basuras musicales, pero también hay sitio para el amor: y te vengo a buscar porque estoy bien contigo, porque requiero tu presencia. Sé cómo ríes, cómo te sientes, cómo haces el amor cuando te enfadas. Tiempo malgastado a veces, tiempo que no volverá, no regresará… tuvimos tantas ocasiones, perdiéndolas. No las llores más, le queda un nuevo entusiasmo, por latir, al corazón. Y otra posibilidad de conocerse.

Nos preparamos con él, a las puertas de Sirio, para el largo viaje. Dejaremos atrás La Osa Menor para perdernos, siempre en ruta diagonal por la Vía Láctea. Espero todavía una ocasión idónea para comprar un par de alas y abandonar el planeta. Esta noche el cielo pesa como plomo, pero tu cuerpo como un bálsamo en el desierto aún me cautiva. Y es hermoso perderse en este milagro.

Battiato, me tocas el alma y la libertad. Me enamoré siguiendo el ritmo del corazón y me desperté en primavera. Espero Franco, que hayas encontrado, como un héroe céltico, tu jabalí blanco y puedas haber transitado al otro mundo, junto a los dioses, oyendo, cercanas, sagradas sinfonías del tiempo que curen la vivencia sin memoria de nuestro origen, ángeles caídos en el planeta Tierra, hasta que nos curemos.

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