Réquiem por el Café Central de Madrid

La primera vez que entré en el madrileño Café Central de la plaza del Ángel, pensaba que era un sitio con décadas de historia. Lo parecía por su entrada característica de madera pintada de rojo y sus cristaleras rotuladas. Por su interior de café bohemio de principios del XX y sus detalles arte decó. Pero no era así, apenas tenía unos meses cuando me senté, hora del café de tarde, local casi vacío, en uno de sus bancos redondeados, era la temporada 1982-83. Aquella tarde, además del regalo de descubrir aquel sitio, fui solo, la ocasión tuvo un bonus extra, junto a mí estaba sentada la actriz, Paula Molina, una de mis musas desde que la vi en Opera Prima (1980). Naturalmente ni siquiera me atreví a hablarle para felicitarla por su papel o algo parecido. 

El Café Central ha sido para mí, a lo largo de estos 43 años largos, lugar de ineludible visita cada vez que he pasado unos días en Madrid. Sitio de referencia, se encuentra en mi pódium particular de bares del Foro. De hecho, el local es escenario de algunos pasajes en la trama de mis novelas, como en ‘La playa de los alemanes’ (Jirones de Azul, 2010) o ‘Las calles del tiempo’ (Anantes, 2021). Cierre de noches de copas por el Barrio de Las Letras. Parada previa antes de visitar otros clubs de jazz que cierran más tarde, como el Black Bird o el Jazz Bar. O parada posterior tras abrir fuego de trago largo en el Bar Casa Pueblo de la calle León.

La tragedia de la pérdida de este lugar emblemático será irreversible si no surge la sorpresa, culminará el próximo 12 de Octubre, ya que la propiedad del inmueble ha comunicado a los dueños del Café Central que la renovación con ellos del contrato de alquiler que hasta ahora mantenían es innegociable, a saber que vulgar franquicia les ha ofrecido el oro y el moro por instalarse allí. Lo lamentable, además del hecho en sí de perder esta meca del jazz en directo por la que han pasado grandes estrellas del género, es que no se debe a mala gestión ni problemas económicos, pues el negocio va viento en popa con 35 empleados que se verán en la calle si no hay alternativa, sino a la decisión unilateral sin mayor explicación, de los dueños del edificio.

Mi intención era ir lo antes posible a Madrid cuando aflojen las calores del verano, ahora mi propósito se hace obligación antes de ese fatídico 12 de Octubre. Que la Virgen del Pilar obre el milagro.

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