Quince Arrobas, glorias ibéricas
Con explotaciones de ganado en varias zonas, poseen dos
fábricas en Jabugo, el famoso pueblo de la Sierra de Aracena. Pero lo que ha
convocado a un grupo de medios y
comunicadores especializados en una agradable comida en Jerez, ha sido la
renovación que también afecta al restaurante que en la bella ciudad gaditana
tiene Grupo Montesierra, se llama Quince
arrobas y es un sitio bien montado en torno a las excelencias del ibérico.
Quince arrobas,
situado frente a la Real Escuela Andaluza
de Arte Ecuestre de Jerez de la Frontera, tiene terraza exterior, buena
barra que desemboca en una pared donde cuelgan los perniles de jamón, un primer
comedor muy acogedor y un segundo, donde se desarrolló nuestro almuerzo, que
tanto sirve de extensión del primero como de estupendo reservado. En el bar se
pueden disfrutar magníficos desayunos donde cuentan con un extraordinario pan
de Alcalá de los Gazules y unos molletes de categoría.
Los tres primeros platos se acompañaron con el blanco Entrechuelos de Miguel Domecq, un 100% Chardonnay con uvas de la Finca Torrecera, sobre suelos de albariza y con la influencia atlántica, que proporcionan un vino fresco con notas de fruta de hueso y cítricos.
Llegó a la mesa un Panipuri
de fuet de solomillo ibérico con crema de aguacate y sriracha, un bocadito
crujiente por fuera y sabroso por dentro, donde el protagonista es un fuet de
solomillo ibérico que se trabaja algo fresco de curación para conseguir esa
sensación de tartar que tiene.
Un placer esférico, Croquetas
de lomito de bellota, ojo, con masa de manteca colorá, ahí es nada, eso sí, bastante contundentes, un poco
mazacote dirían en mi barrio, pero muy sabrosas.
Se llenaron las copas con el Torre de Ceres Palomino Fino, una joya amarilla dorada que en nariz
nos trajo aromas de camomila y suaves tostados con evocaciones del velo de flor
bajo el que permanece dos años, siendo vinificado en seco sin encabezamiento.
Un blanco sabroso, versátil con la comida y muy de la tierra.
En vino pasamos a los tintos, principiando con el Entrechuelos Roble 2023, bastante entero en boca. Ensamblaje de uvas de Merlot, Syrah, Cabernet Sauvignon y una punta de Tintilla de Rota, se cría unos seis meses en barricas de roble francés.
Un valor seguro, una Tosta
con salmorejo, presa ibérica, jamón y huevo de codorniz, la sublimación de
eso tan de moda en bares desde hace unos años: los “panes de la casa”, un
bocado excelente y sin complicaciones. Menos gracia me hizo el Risotto de carrillada y calabaza, fantástica
carrillada, tierna y sabrosa, pero aislada como una isla en un mar amarillo de
un risotto demasiado meloso y líquido para mi gusto.
Como no podía ser menos para tal vino dos platos a la
altura. Primero un Solomillo Royal que
me trajo días de Navidad en la casa materna (embutido artesanal a base de cerdo
mechado con pasas, piñones y otras exquisiteces). Después una Pluma ibérica con crumble de queso azul,
quizás con demasiadas cosas, pues además del aderezo de vino de Oporto, también
lleva unos dados de pera asada y una espuma. Tres postres al final para
disfrute de golosos.
En unos días los amigos del Grupo Montesierra organizan una fiesta en la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre y Museo de los Enganches, para conmemorar los 100 años de la fundación de la actual empresa, enhorabuena y será cuestión de no perdérselo.
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