Vinos de Colares, joyas escondidas de Portugal

Colares es una pequeña denominación vinícola cercana a Lisboa. Sus vinos son minoritarios, por escasos y por sus características tan personales. Viñedos que crecen en arena de costa, con viñas muy viejas, que, precisamente por las características de sus suelos, se libraron de la plaga de filoxera que azotó el viñedo europeo en la segunda mitad del siglo XIX.

Gracias a la gestión de una buena amiga, he conseguido una botella de Colares Ramisco 2012, tinto, y una del blanco, Colares Malvasía 2015. Vinos ambos de Quinta das Vinhas de Areia. Vinos muy exclusivos que solo crecen en unas 33 hectáreas de viñedos en la costa atlántica al norte de la capital lusa. Comencemos por el tinto.

Colares Ramisco 2012, está elaborado con una uva autóctona portuguesa, con varias apelaciones, todas ellas muy atlánticas, pues además de Ramisco Colares, podemos encontrarla como Ramisco Azores o, simplemente, Ramisco tinto. Vinos curiosamente potentes en boca pero de poca graduación (12% vol.) Ligeros de color, secos y con una astringencia que pide largos reposos en botella. Estas características se muestran en la botella catada. De un color rubí rojizo en los bordes de capa media y cierto velo que amortigua su brillantez. En nariz se aprecian notas terrosas y herbáceas, con algo de fruta roja madura y mineralidad. En boca es fresco, con un tacto en el paladar tánico, con fresca acidez y ciertos recuerdos terrosos a setas. Vino para larga crianza en botella, hablamos de un 2012 con todavía potencial para seguir creciendo. Final un tanto amargo. Lo maridamos con una carrillada de cerdo ibérico guisada, con la que consiguió una gran armonía.


Colares Malvasía 2015
es un elegante blanco de un brillante color amarillo dorado. En nariz se aprecian recuerdos de frutas de hueso, flores blancas y un toque mineral que recuerda a su hermano tinto. Muy buena acidez en boca, fresco y con cierto cuerpo. Mineral, con ese toque de cántara de barro (esa sensación terrosa de setas que nos daba el tinto). Al final cierta sensación especiada, como de pimienta rosa aromática. Un blanco extraordinario, fresco, elegante, glicérico, aromático, con ese toque exótico de la Malvasía. Lo maridamos con una gran corvinata al horno, con fondo de patatas panaderas y cebolla.

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