Besana Sevilla. Quemando la marca

Tengo máximo respeto y recuerdo entrañable por la revolución tapera que supuso la apertura en 2009 en ese recoleto callejón de Utrera de Besana Tapas. Curro Noriega y Mario Ríos crearon un lugar de peregrinaje para todo buen aficionado al tapeo sevillano. Mejor fortuna merecía el local que abrieron en el entorno de la Alameda de Hércules de la capital, La Fábrica se llamaba y fue uno de los mejores “gastrobares” de la época dorada de este tipo de establecimientos, que sí, que ya pasó.

Los que me leen y siguen desde hace tiempo, saben que me gusta habitualmente dejar rodar unos meses las nuevas aperturas de bares y restaurantes para ir a visitarlos y crearme un criterio sobre el tema. Lo suyo es hacer más de una visita, quizás al menos una de día, para los platos más contundentes de las cartas, y otra de noche para platos más ligeros. Ante una mala experiencia, como se llama ahora a comer en un restaurante, hay quien dice que “un mal día lo tiene cualquiera”, pero eso, además de no ajustarse mucho a la cruda realidad, se desbarata con un simple hecho, te cobran igual cuando la cocina tiene un mal día que cuando tiene uno bueno.

El periodista en general y el gastronómico en particular, ante la crítica a un negocio de hostelería, puede crearse el debate entre la obligación moral con sus lectores, su fidelidad a la veracidad y el seguimiento de sus principios, ante eso, a veces, se contrapone el poner en riesgo el prestigio de un negocio del que dependen varias nóminas. Debate que curiosamente, no se tiene en cuenta en otros entornos informativos: deporte, política, literatura, cine, etc.  

Todo esto viene a cuento de mi primera visita a Besana Sevilla, donde tenía ganas de ir desde hace tiempo, precisamente por comprobar como ha subsistido el legado de Curro y Mario. Me temo que el nuevo Besana no está a la altura de los creadores de la marca. El local es agradable, aunque en el comedor interior el ruido con las mesas llenas es bastante mareante. El público es joven de media, quizás por la ventaja de poder pedir de tapas a precios relativamente razonables. El servicio es bueno, al menos el que a mí me tocó, haciéndote más llevadero el despropósito del cocinado, aunque con errores en el anuncio de los platos. Otro punto positivo, la carta de vinos, como la presencia inusual del espumoso elegido para esa noche, un magnífico Carles Andreu Trepat Rosado, entre otras buenas opciones.

Y ahora viene lo malo. Dos defectos comunes a casi todo lo que probé, sabores a quemado y demasiada sal. Así ocurrió con una tapa de Puerros a la brasa, dos trocitos de puerro flotando en un caldo con varios mejillones alrededor, las dos mijitas (Mijita, RAE espabila) de puerro con un tremendo sabor a humo (a la brasa, claro) que dejaban un deje amargo en el paladar. Después nos anunciaron una Viera que no apareció por ningún lado, eso sí, era una crema con mucho sabor a caldo de carne de tetrabrik que venía en una concha. No mejoró la cosa con los Chipirones rellenos de butifarra, que nos anunciaron blanca y era roja, más potente, estaba tan salado que fue devuelto para la cocina. Pero el colmo llegó con una celebrada, antes de probarla, Pavía de huevas de atún, ya me escamó su aspecto, que se corroboró al probarla, parecía un palito de merluza congelada. Quisimos enderezar la noche probando la Ensaladilla de gambas con camarones, pasable, de lo mejorcito, no era difícil, de los platos salados. Dice poco de un restaurante donde lo más apreciable es el postre. Así pasó en Besana Sevilla, donde la Tarta de zanahoria deconstruida, nos endulzó el mal trago de tan desdichado menú. 


Pienso volver a mediodía y probar más de la carta, en especial sus carnes, dado que el sitio parece que se basa bastante en las brasas, probaremos elaboraciones más contundentes y propias del almuerzo. Espero que lo mismo que he contado en este artículo, se convierta en elogios, de verdad lo deseo.

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