Ritus 940 2018 (D. O. Ribera de Duero) Bodegas Balbás

Tuve el honor de conocer a Juan José Balbás, sexta generación de una bodega familiar fundada nada menos que en 1777, hace ya la friolera de algo más de veinte años, por entonces yo me iniciaba en la pequeña distribución y fundé uno de los primeros clubs de vinos de Sevilla, “Vinos y Viandas”. Introduje en Sevilla los magníficos vinos que Balbás elabora en La Horra, municipio de Burgos de los más significativos dentro de la Denominación de Origen Ribera de Duero.

La vida es cíclica y propicia agradables, otros no tanto, reencuentros de vez en cuando. Una comida con viejos amigos y un vino que te llama la atención porque no lo has probado, ves el sello de la bodega y lo pides sin dudar. Me refiero a Ritus 940, tinto de Bodegas Balbás que me ha propiciado un grato redescubrimiento de una bodega que siempre he tenido en buena estima.

Balbás es una de las ocho bodegas fundadores de la Denominación de Origen Ribera de Duero, de la que su Director además llegó a ser presidente. Vinos de viejas viñas, algo más de 100 hectáreas, que crecen en tierras pobres, con protagonismo indudable de la Tinta Fina (Tempranillo de la Ribera) y los aportes, como es el caso en Ritus, de castas nobles como la Merlot. 

Ritus 940 Crianza 2018 hace referencia a la altitud del viñedo, Finca La Malata, una de las más altas de la Denominación y con unos 70 años de vejez. Presentado en una magnífica botella de estilo borgoña, nos llama la atención desde que cae en la copa con densidad y un precioso color purpura oscuro, concentración que tiene mucho que ver con la antigüedad de las viejas viñas en vaso que crecen en un suelo pedregoso, pobre. Uvas que van a fermentar prolongando su maceración al menos veinte días.

Elaborado con Tempranillo (75%) y Merlot (25%) se cría durante 18 meses en barricas de roble francés. Ya he comentado la belleza de su capa, de intensidad media. Cuando metemos la nariz en la copa lo primero que nos asaltan son sus notas de frutos rojos muy maduros, un aroma otoñal, de vainilla, especias y elegantes tostados (cedro, hojas secas). En boca es cálido y envolvente, con frescura y una golosa amabilidad que nos remite a su parte de la amable Merlot. Deja un recuerdo largo y elegante en el paladar, donde vuelven a notarse las maderas de calidad envolviendo a frutas muy maduras y un toque lácteo que lo suaviza todo.

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