Un hogar en el libro (Newcastle Ediciones, 2022) de Antonio Rivero Taravillo

Yerra, a mi entender, el que piensa que los relatos autobiográficos son ejercicios de narcisismo que interesan a poca gente más allá del autor y, quizás, sus allegados. Creo que no tienen que ser solo artistas reconocidos, gente de la farándula más o menos famosa,  políticos u otros personajes históricos, los que nos cuenten sus derivas vitales, a veces con mucho menos interés que otros personajes menos relevantes a priori.

Desde el relato autobiográfico se puede hablar de la vida y sus circunstancias, de sociedades más o menos locales, de actitudes humanas… En ello está Antonio Rivero Taravillo (1963), que a través de su experiencia, acotada a esos años, como primer director de la Casa del Libro de Sevilla, nos brinda un fresco de cierto mundillo literario sevillano, ampliado más allá del terruño, y de paisajes y paisanajes laborales que podemos encontrar en todos los ambientes profesionales donde se juntan más de tres o cuatro humanos.

Precisamente conozco al autor de “Un hogar en el libro” desde aquella época de su dirección de la gran librería (en concepto y extensión) abierta en la sevillana calle Velázquez, en su pequeño despacho interior estuve alguna vez. Siempre lo he tenido por hombre comedido, tímido y algo reservado en primera instancia, exquisitamente educado siempre, por ello me ha llamado un poco la atención que algunos títeres salen descabezados de su texto, si bien es verdad que sin hacer excesiva sangre, salvo en un par de casos, donde quizás la peor parada es la antigua propietaria de la cadena de librerías Beta. Es realmente Antonio de esos sevillanos (así lo considero aunque nacido circunstancialmente en Melilla) cuya sabiduría se muestra en que escucha más que habla y que cuando lo hace, hablar, lo hace atinadamente y con cierta retranca de humor fino y agudo, como el vino de Jerez.

Por aquellos días estaba yo relacionado con cierta asociación cultural, que llegué a presidir incluso varios años, con la que organizamos varias presentaciones de libros en el coqueto salón de actos de la última planta de la Casa del Libro, con su aneja azotea donde se degustaba tras el acto un fresco cava catalán. Allí llevamos, entre otros, como mi querido y recordado amigo Aquilino Duque, a Pío Moa, citado por Taravillo en su libro, hombre circunspecto y de mirada torva. Moa se alojó en el Hotel Inglaterra y la tarde que fuimos a recogerlo para acompañarlo al acto, tuvo la prevención de libar en el hall de tan ilustre, y caro, establecimiento hotelero, un par de buenos whiskys de malta. 

Otras fueron también mis relaciones con la librería del Grupo Planeta en la etapa a la que nos referimos. Teniendo yo ya relación profesional con el mundo del vino y la gastronomía, organicé en la zona de la cafetera de la Casa del Libro, uno de esos “vino español tras el acto”, con algo para picar, en una presentación de una obra de Juan Eslava Galán, gracias a la mediación de un amigo común, el recordado Rafael de Cózar.

No considero este libro un ajuste de cuentas por parte de Rivero Taravillo contra la que fue su antigua empresa, aunque sí una atinada crítica contra la deriva comercial y marketiniana que han tomado las grandes empresas del libro. Si yo mantengo que en el periodismo actual hace años que la rienda de los medios las han tomado los “contables” en detrimento de los directores, Rivero Taravillo, con razón, apunta a los nuevos gestores del mundo libresco, como ejecutivos donde el amor al libro ha desaparecido prácticamente, frente a una gestión, errónea encima las más de las veces, similar a cualquier otro sector de la economía.

En cualquier caso, si leen ustedes este artículo antes del miércoles 14, pueden preguntarle directamente al autor en la presentación y charla que tendrá lugar la tarde de dicho día en la Biblioteca Pública Infanta Elena de Sevilla, la cita es a las 19:30.

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