Vargas Llosa y el periodismo de chichinabo

La derrota del escritor, y el triunfo de su ya expareja, es salir publicado en medios de información, supuestamente serios y rigurosos, en las páginas de sociedad en vez de en las de cultura, en el terreno de ella, no en el de él, esa probablemente ha sido una de las constantes que han ido socavando la relación.

En ese sentido, un periodista de unos de esos medios respetables, o antes al menos lo era, no voy a citar ni al plumilla ni al periódico (no merecen la publicidad gratuita) publica un artículo sobre el tema de la separación del nobel y la famosa, citando un pasaje de un relato del escritor peruano como si fueran unas declaraciones actuales sobre el propio autor y las circunstancias de ambos.

Es el riesgo que corremos los escritores cuando escribimos en primera persona, que siempre se tacha de autobiográfico el relato ¿y cuál, de una u otra manera no lo es en el fondo? De cualquier forma, antes, cuando estaba más de moda el narrador omnisciente, también se podía achacar al protagonista, o a otro personaje del texto, ser un alter ego del creador.

Se cita reiteradamente, igual que se ha hecho en alguno de esos programas basura de la televisión del famoseo, el “entorno del escritor” y el “círculo literario cercano”, como si Mario Vargas Llosa se dedicara cada tarde a ir a una de aquellas antiguas tertulias literarias de café a contar su vida privada a sus colegas.

La incompatibilidad, una con su agitada vida social, incluida la de sus hijos y muy en particular la de Tamara en los últimos tiempos, otro con su mundo cultural, es el carro al que ahora se apunta la mayoría, que no dejan de señalar lo ridículo de las apariciones del gran escritor, y a su edad, en cosas como el programa de cocina o la serie de Tamara con Iñigo Onieva de por medio. ¿Quién no ha hecho el ridículo por amor? Que tire la primera piedra. 

Hay un tema que nadie ha señalado y que también puede haber influido, el amor propio de un personaje literario de la talla del peruano viéndose relegado a comparsa en saraos y photocalls, comprobando que la protagonista, la que buscan los objetivos de las cámaras es ella y no él.

Me apunto al carro de las teorías y me atrevería a sugerir si no hubiese sido una solución la continuidad de la pareja en domicilios separados para el día a día. Es obvio que la creación literaria requiere una soledad y un entorno de aislamiento apropiado, que difícilmente se darán en la vida de la “reina de corazones”, un pacto, por así decirlo, donde cada uno mantenga la autonomía diaria. Eso requiere generosidad y confianza en el otro.

Si algo me queda claro de todo este asunto es que las cosas del amor no entienden de edad, de nivel intelectual o cultural, de estatus sociales… Luego está el autocontrol o los límites y objetivos que cada cual se quiera imponer, y pueda. Los castizos de mi barrio lo dirían de una manera más ordinaria: “la jodienda no tiene enmienda”. Nivelito cultural. Feliz Año.

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