‘Miradas desde el alma’. Fotografías cofrades de Juan Carlos Hervás

Asistimos la noche del Miércoles de Ceniza, puerta de la Cuaresma, a la inauguración de la exposición de imágenes cofrades sevillanas del fotógrafo, Juan Carlos Hervás. Muestra esplendida que se podrá visitar hasta Semana Santa en el hotel Madrid de la calle San Pedro Mártir del centro sevillano. Callejas de naranjos que, en cuanto terminen las lluvias, darán con su floración de azahar, el toque perfecto al entorno.

Dentro del hotel, aromas de incienso y, para agasajar a los que acudimos en la tarde lluviosa a la inauguración, unos dulces propios de estos días: torrijas, pestiños y rosquillas. Para beber la gentileza del Grupo Bornos viñedos y bodegas, que nos ofreció un agradable tinto de Ribera del Duero, Luz Millar Roble 2023. 

Curiosa ciudad que ha relegado la fotografía cofrade al ámbito de “lo clásico”, considerándose ahora la pintura propia del siglo XX, como la línea a seguir, al menos así lo ha considerado una de las cofradías importantes de la ciudad, siguiendo la estela de los carteles taurinos de la Maestranza, parece más bien una cuestión más de marketing que de estética. Ya puestos, prefiero la polémica de un cartel con pintura “vanguardista” a ese supuesto realismo de muchos carteles que caen en lo kitsch, en casi el ingenuismo de lo naif, sin pretenderlo el artista.

Juan Carlos Hervás nos muestra desde su mirada subjetiva de artista de la imagen, detalles, historias, entornos de una ciudad y de las vivencias de una Semana tan importante para ella. Como bien expresa en su prólogo de presentación a la exposición, José Manuel García Ibáñez, “La luz. Este es el fundamento de la fotografía”. Y con ella juega Juan Carlos, desde el foco de la llama de un cirio en el oscuro entorno de una calleja de noche, de un nazareno “de negro”, como si de un cuadro de George de La Tour se tratase, hasta el cromatismo equilibrado y resplandeciente de un mediodía por San Bernardo. Juegos de luz y color y juegos de negros y blancos, con esa paleta casi infinita de grises que modelan las plásticas imágenes. 

Detalles, historias intuidas, personajes, composiciones evocadoras, notas tan enraizadas en la Historia del Arte como esa escalera de caracol vista desde arriba, en esa “Conversación entre acólitos”. La ingenuidad de unos niños nazarenos de San Esteban, jugando con el busto de Aristóteles, entre los restos de un mundo clásico evocado en la Casa de Pilatos. La perspicacia artística, en fin, de quien mira desde su corazón creativo: Los Estudiantes formando en el patio del Rectorado; unos nazarenos blancos por la calle Cruces; la palangana florida de Pilatos; el anciano de la bicicleta en un patio de la Caridad, con los nazarenos de La Aguas al fondo; el juego de perpendicularidades de madera en unos penitentes; el pitillo del amanecer en la puerta del zaguán, esperando la Resurrección… Y la Macarena pasando afuera, desde la sombra de la mañana ya acaecida, tras los barrotes de una casa donde unos niños miran.

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