El loco de la colina
Coincidí con él frecuentemente en Los Navarros, restaurante
de Castilleja de la Cuesta donde acudía a comer con su equipo, supongo que
desde la cercana emisora de Canal Sur. Yo tenía entonces mi negocio de vinos en
el pueblo, en la misma Plaza de Santiago. Pero no creo que llegáramos a
cruzarnos ni un pequeño dialogo.
Después, siendo su director mi compañero de colegio, Manolo
Chaparro, estuve en Radio América, “El loco” tenía también el bar de la planta
baja, hoy del imperio Robles. Aquello era un descontrol, una vía de agua en
plena línea de flotación de la caja del negocio.
Pero la vez que más charlamos fue en su despacho del Teatro
Quintero, el antiguo cine Pathé de la sevillana calle Cuna. Fuimos a proponerle
un proyecto radiofónico, gracias a la intersección de Félix Machuca, que había
sido uno de sus guionistas. Aquello no cuajó, tampoco mis socios en la aventura
eran los más recomendables, casi siempre he tenido poca vista para los socios.
Con sus luces y sus sombras, Jesús Quintero, “el loco de la
colina”, cambió el periodismo en España, no voy a abundar aquí en las notas que
decenas de necrológicas recordarán estos días. Sus entrevistas, sus silencios,
sus cigarrillos en plató, sus personajes, reales e inventados. Tenía fama de
manirroto, de caótico en su mundo maravillosamente imaginativo y libre.
Ahora todos lo recordarán, los medios que le dieron la
espalda a última hora incluidos. El erial que es el actual mundo del periodismo
no se puede permitir prescindir de ilustrísimos locos como él. La dictadura de
lo políticamente correcto debe ser derribada, él, y seguramente tampoco muchos
de nosotros, desgraciadamente lo veremos.
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