La Emperatriz. Otro bodrio de Netflix.


Hace unos días el maestro Carlos Colón, calificaba de bodrio la larguísima película Blonde, recreación novelada del personaje Marylin Monroe. No la he visto aún, tengo que reunir valor y paciencia para ello. Lo que sí he visto es el primer capítulo de la miniserie La Emperatriz, revisión de la supuesta vida de Sissi, la famosa emperatriz de Austria. Me han bastado cinco minutos para hacerme idea de los tópicos y lugares comunes del cine y la televisión de hoy día.

A los directores y guionistas actuales parece que les gusta recrearse en lo sórdido, lo oscuro, lo siniestro, lo pesimista. Eso es La Emperatriz, una joven, con una actriz demasiado mayor para el papel (la verdadera se casó con 17 años), que pintan “libre, independiente, rebelde” (“Me llamo Isabel), una mujer sometida a los dictados de una madre despótica y alcohólica, naturalmente la joven sometida a los convencionalismos de eso que ahora llaman el “hetero patriarcado”.

Po su parte, el emperador Francisco José es un joven atormentado y sometido a la tiranía del poder y de una madre que parece una mala de Disney, por supuesto, la madre luce una cruz en el pecho. Aparece también el “hermano rebelde”, un guapito golfo y caprichoso, con pinta de roquero de los setenta, acompañado de una amante italiana que tiene pinta de gitana, latina claro. Francisco José no se queda atrás y también tiene una amante que sirve de coartada para escenas de tórrido sexo. Lo raro es que, hasta ahora, no haya salido un marqués o un conde austriaco negro.

Todo es triste, todo es pesimista. En el primer encuentro con la familia imperial, Sissi, su hermana y su madre van totalmente vestidas de negro, se supone que se ha perdido el equipaje y es lo único disponible. Sissi le quita el novio, el emperador, a su hermana. No hay padre, el Duque de Baviera no aparece por el episodio.

También, en los primeros compases del capítulo, se escenifica una inverosímil ejecución, donde los tres reos están a escasos metros del emperador y su madre, de pie en una acera frente a ellos, incluso uno de los condenados le suelta una parrafadita revolucionaria a Francisco José, solo falta que los mugrientos figurantes que hacen de pueblo oprimido se pongan a cantar el Bella Ciao.

En fin, estamos en el polo opuesto de la demasiado edulcorada y empalagosa, reconozcámoslo, Sissi de la bella Romy Schneider, pero ¿por qué la realidad nos va a amargar una buena, luminosa y alegre película?

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