Lagar de los Frailes, siglos de historia del vino
Este luminoso lunes 10 de Noviembre hemos tenido la oportunidad de probar los vinos que actualmente elaboran en Lagar de los Frailes de la mano de las hermanas, Charo y Ana Pérez, hijas del fundador, que nos han transmitido su amor y entusiasmo por los vinos que nacen de las uvas Pedro Ximénez en estos pagos de tierras albarizas, donde la protagonista es la piedra llamada “tosca hojaldrada”, margas blandas de alto poder para la retención de humedad en estas tierras cálidas, suelos calizos que proceden del Oligoceno Superior.
La cita ha sido en la magnífica sala de catas de Delatierra, donde una vez su equipo se
desvivió para ofrecer una sesión formativa de la mano directa de los
bodegueros. Seis vinos que nos demostraron las excelencias de la Pedro Ximénez de Montilla – Moriles y
los magníficos resultados cuando el mimo de la bodega es extremo, todos.
Abrimos la cata con Anzur 2024 Blanco de
Finca, un fresco y pálido vino con notas frutales en nariz de pera y
manzana y de flores blancas; se aprecian también notas calizas del terreno. En
boca juega la sequedad con la frescura y ese punto salino que da la albariza,
tiene cuerpo para ser un vino joven, permanece seis meses en depósito previo al
embotellado.
Blanquizal 2023
Blanco de Albariza. Como todos los vinos de la cata otro 100% Pedro
Ximénez. Un vino que ha permanecido 16 meses en botas de roble americano bajo
velo de flor. Esta circunstancia le confiere una personalidad propia que se
mueve entre un blanco tranquilo y un fino, lo que le da un empaque que
podríamos emparentar con el cuerpo y estructura de, por ejemplo, un blanco de
Borgoña, siendo muy diferente. A copa parada da una nota de pan de pico, al
remover aparecen las notas de flor (levaduras) y albariza. Necesita entre 5 y 7
meses de botella para definirse tras su crianza.
Fino Lagar de los Frailes es un resumen idóneo de lo que es un fino de Montilla de calidad (lo son todos prácticamente) vinos de crianza biológica que no necesitan encabezamiento alcohólico. Unos 5 años de crianza media para un vino amarillo pálido, brillante, de reflejos verdosos. Muy seco, con notas de almendra y camomila, velo de flor, tierra caliza. Seco y fresco en boca, tiene una ligereza que lo hace fácil de beber.
El Fino en Rama Lagar
de los Frailes es como su hermano pequeño, pero con las características más
acusadas. Con una crianza media de 7 años, presenta un amarillo más intenso. La
fruta se vuelve pera madura y aparecen recuerdos de la madera, con unas
elegantes evocaciones de ebanistería. En boca, teniendo frescura, es untuoso y
seco, muy elegante.
Pasamos a los amontillados, esa joya de la enología andaluza. Comenzando por el Amontillado Lagar de los Frailes. Un vino que presenta ya un 16,5% de volumen alcohólico, que serán 18% en el último vino de la cata y segundo amontillado, grado que se consigue curiosamente mediante una prolongada crianza estática en las botas, sin ningún añadido de alcohol vínico. Precioso color ámbar brillante para este vino que vive de los dos mundos de crianza típicos de este tipo de elaboraciones, una primera fase de crianza biológica y una segunda oxidativa, así tenemos en ambos amontillados, recuerdos de la sequedad y finura de los finos y ese punto “amoroso” de los olorosos. Todo ello para un vino fragante, que en boca es amable y envolvente. Un postgusto elegante que nos deja recuerdos de finas maderas y frutos secos.
Digno colofón de tan magnífica cata fue el Amontillado en Rama Lagar de los Frailes.
Un vino que participando de las características del anterior, es una sinfonía
armoniosa tanto en nariz como en boca. Resultado de una crianza de más de 25
años, tiene ecos de un fino viejísimo con notas oxidativas, recordando ya a un
incipiente brandy. Especias y tabaco se unen a las características notas de
vainilla (madera) y avellana americana. Un vino para conversar, para meditar.




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