Cuarto Milenio. La nave del misterio naufraga en Sevilla

Quiso el azar del mando de la televisión que anoche, haciendo zaping diera con el inicio de una sección del programa Cuarto Milenio, que trata sobre las claves mágicas de las ciudades españolas. Anoche fue Sevilla. Sigo habitualmente Cuarto Milenio y muchos de sus contenidos me parecen curiosos y entretenidos, además considero a su director, Iker Jiménez, comunicador valiente y comprometido con sus principios aunque, naturalmente y como no podría ser de otra manera en televisión, con cierto tremendismo informativo en un medio que lucha constantemente por las audiencias.

Los colaboradores de Jiménez en este apartado suelen ser, Enrique de Vicente y el escritor, Javier Sierra. Este tipo de programas, ahora en la tele, pero con una trayectoria antigua tanto en prensa escrita como en radio, siempre han tenido su público, aficionados, devotos algunos, de un totum revolutum donde entran ovnis, fantasmas, parapsicología, sectas y sociedades secretas, en fin, historias comunes pero misteriosas desde que el mundo es mundo.

Anoche, analizando eso llamado por el programa el “alma de Sevilla” se comenzó por las “historias y claves secretas” de su catedral. Entre otras cosas, se habló de sus puertas: que si eran siete o nueve, “números mágicos”, ¿y cuál no lo es en ese mundillo de lo paranormal? Que si el mensaje oculto en sus esculturas, que probablemente los dineros para las obras eran financiados por banqueros judíos que exigirían introducir claves cabalísticas en la construcción, etc. 

Javier Sierra, escritor de best sellers basados en la seudo historia mezclada con temas mágicos y esotéricos, llegó al colmo de la invención, no sé quién se lo habrá contado, diciendo que los sevillanos nos ponemos de espaldas ante el paso de “La Canina” de la cofradía del Santo Entierro el Sábado Santo, iconografía, esta del Triunfo sobre la Muerte con la Resurrección de Cristo, la Muerte vencida a los pies de la Cruz, obviada por el escritor, que la emparentó con los cuadros de Valdés Leal en la iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, otra cuestión llamativa y unos supuestos misterios en clave.

Resulta que como historiador del Arte, con inclinación al estudio, desde mis tiempos de Facultad, por el Hospital fundado por Miguel de Mañara y todo su relato iconográfico, que he retratado tanto en mi novela, La Playa de los alemanes (Jirones de Azul, 2010), como en la más reciente, Las calles del tiempo (Anantes Editorial, 2021), conozco perfectamente el plan trazado por Mañara para ilustrar, en un guion perfectamente planificado reflejado en el arte creado por artistas elegidos expresamente para sus fines por el fundador, donde ilustrarnos, desde su punto de vista de la Sevilla católica y barroca, en el tránsito de la muerte y las vidas ejemplares donde mirarnos y obras de caridad necesarias para salvar el alma.

A los pies de la iglesia se encuentran los dos cuadros encargados al pintor Juan de Valdés Leal. In ictu oculi: En un abrir y cerrar de ojos, de pronto, sin que sepamos cuándo ni dónde, la Muerte apaga la llama de nuestra vida. El otro, objeto del análisis de Javier Sierra, Finis Gloria Mundi: Así terminan las glorias mundanas, o sea, en el pudridero, que el escritor tradujo por un incorrecto “fin de los tiempos”, llevándolo a su terreno “misterioso” al igual que hizo con su lectura del jeroglífico que el pintor sitúa en la parte superior del cuadro, donde el brazo que surge del cielo sostiene una balanza: en un platillo lo que nos condena, en el otro lo que nos salva, NIMAS (para condenarse) NIMENOS (para salvarse).

A muchos nos han llamado la atención desde hace años estos temas, me refiero a lo oculto, lo misterioso, ese lado espiritual heterodoxo de la historia del mundo, pero te das cuenta de los fallos e inexactitudes, cuando el tema toca algo que verdaderamente controlas ¿o no?

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