Los muertos no mueren (Jim Jarmuch, 2019)

El zombi, Iggy Pop y Jim Jarmuch
Estrena estos días la plataforma Netflix en su catálogo, la película del director estadounidense de Jim Jarmuch, “Los muertos no mueren”, una comedia negra con pasajes realmente divertidos, rasgos de ingenio en el guion y un conato de apocalipsis gore que no se materializa como las primeras muertes podrían augurar.

La historia se desarrolla en un pueblecito del interior de los Estados Unidos, parajes rurales más o menos cercanos a la Cleveland natal del director. Jarmuch es uno de esos autores con prestigio de tener personalidad propia, ciertos rasgos de genialidad y creatividad independiente, respondiendo a una formación “vanguardista” por parte de sus profesores en la Universidad de Columbia (Nueva York) donde comenzó a escribir breves textos un tanto abstractos. Una estancia en París de varios meses, le hizo conocer de primera mano la cultura europea y otro tipo de cine, incluido el japonés, lo que le valió, a su vuelta a Nueva York, para formar parte de un círculo intelectual alternativo que comenzó a desarrollarse en el terreno cinematográfico. 

Tilda Swinton, entre dos "clientes"

En “Los muertos no mueren” se aprecian algunos de los rasgos distintivos de este autor independiente. Su ritmo pausado, a pesar de la temática, su colección de actores con nombres famosos, incluidos algunos músicos, sus ambientes un tanto cutres, con una fotografía donde es raro ver brillar el sol. Bill Murray, genial siempre, parece que actúa tras la ingesta de algún tranquilizante, con sus brazos caídos y su barriga cervecera. Con su ayudante de sheriff masculino, Adam Driver, reconozco que me ha costado reconciliarme después de sus apariciones en los últimos episodios de la saga Star War, papel de Kylo Ren que ha ido alternando con otras películas muy diferentes donde, desde luego, se muestra como un actor de mérito, aunque su presencia física

Bill Murray, Chloë Sevigny y Adam Driver
sigue sin convencerme. Enigmática y magnética, como siempre, Tilda Swinton. A Danny Glover se le cae más el labio que de costumbre, en su papel de ferretero bonachón. Steve Buscemi encarna una de las fijaciones de Jarmuch, su ataque progre a la américa blanca de instintos racistas. Por lo demás, distinguidos cameos, poco aprovechados en el caso de Selena Gómez, aunque su presencia despierta los jugos gástricos, pero muy divertidos en el de Iggy Pop como zombi, no le haría falta mucho maquillaje, y el del también músico, Tom Waits, como el ermitaño del bosque, Hermit Bob.

Una comedia negra de zombis divertida y diferente, con el sello de un director independiente y personal, con una trayectoria de culto, que se podía haber ahorrado en este caso el discursito final seuofilosófico con ánimo intelectualoide.  

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