Las caderas de Elvis

Viendo la magnífica película Elvis (2022), me viene a la cabeza la pregunta ¿cómo hemos tenido que esperar más de 45 años para ver una buena película sobre el Rey? Curiosamente, además, este film (ya no se puede decir cinta, en tiempos digitales, no sé si film estrictamente tampoco) está firmado por un director (autor) australiano, Baz Luhrmann, creador, entre otras, de la exitosa Mouling Rouge, con pasajes que estéticamente las emparentan.

A mí personalmente, el visionado de Elvis me ha servido para recuperar mi, un tanto dormida he de reconocerlo, idolatría por este pionero del moderno rock&roll. El principio de todo lo que vendría después. De como llegué, en mi más tierna pubertad del LP de Grandes Éxitos del Rey a degustar en el Nicolino del Patio de San Laureano en la Puerta Real, la “Fanfarria para un hombre común” de Emerson, Lake & Palmer,  visitar “en la corte del rey carmesí” a King Crimsom o alucinar (pónganle el sentido que quieran) con el “Aqualung” de Jethro Tull, es un camino que daría para un grueso volumen de la vida de un joven iniciado en la Sevilla de los setenta (Luego vendría la supuesta revolución de “La Movida” para comercializarlo todo). 

La visión de Luhrmann es un tanto oscura, como se lleva habitualmente en los biopics hollywoodienses de personajes así, cargando las tintas contra el siniestro Coronel Parker, interpretado por un magistral (una vez más) Tom Hanks. Llevando la historia desde el circo hasta el circo, o sea, poniendo las bases del fenómeno Elvis (en el sentido del éxito y en el de fenómeno de circo) en un espectáculo circense itinerante, para concluir en esa versión circense y hortera de Elvis en Las Vegas, aunque no menos brillante musicalmente hablando.

Las caderas de Elvis removieron la libido de las muchachitas del sur y el medio oeste americano, un erial intelectual de paletos, gente básica, como en general, no nos despistemos, son los Estados Unidos, no nos dejemos engañar por esa supuesta isla del cosmopolitismo y de intelectualidad que es Nueva York, fruto de judíos y europeos emigrados.

Antes de seguir enrollándome más con mi “yanqui go home”, resaltar en el plano actoral, el trabajo de un actor de apenas 30 años, Austin Butler, que lo borda, y miren ustedes que Elvis tiene imitadores, multipliquen ustedes por cifra astronómica la cantidad de sergios dalmas y ninos bravos que hay en los karaokes de España y tendrán una cifra aproximada de los frikis de capita, lentejuelas y pantalones de campana blancos que hay en yanquilandia. Muy bien el resto del elenco, como se suele escribir en las crónicas castizas, y un metraje que te tiene que coger descansado, aunque el ritmo es bueno, sobre todo, cuando la cámara visita el barrio negro de Memphis, guauuuuu.

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