Javier Castro-Villacañas, buen viaje amigo

A veces, cuando las cosas no me van demasiado bien, me acuerdo de aquel micro cuento del sabio que se quejaba de su suerte, pobre y buscando hierbas para comer, cuando miró atrás y vio a otro sabio que recogía los restos de las hierbas que el tiraba. Qué buenos eran los libros de literatura de mi largo bachillerato, con esos textos seleccionados, o incluso libros complementarios de solo lecturas.

Viene esta disgresión anterior a que vengo quejándome estos días de ciertos achaques que me molestan desde hace unas semanas y me están haciendo pasar una Navidad y un principio de año un tanto desapacible. Por cierto, que pedí hace días cita para el médico y en nuestro magnífico sistema sanitario autonómico no me la han dado hasta el próximo 16 de Enero. Digo, por fin, que mis achaques no tienen comparación con la muerte con la que me he desayunado esta mañana.

Apuro el último trozo del rosco de reyes cuando me entra por wasap la noticia del fallecimiento en Madrid de Javier Castro-Villacañas. Ya tenía noticia de su terrible y fulminante enfermedad. Javier era de esos amigos que vez poco, pero cuando los ves la cosa funciona como si no hubiese pasado el tiempo. Quizás la última vez que coincidimos en persona, fue precisamente en Sevilla, cuando organizamos en la librería Beta de la calle Sierpes la presentación de su libro “El fracaso de la monarquía” (Ed. Planeta, 2013), que tuve el honor de presentar, para después dar paso a una mesa redonda donde, de sus cuatro participantes, desgraciadamente tres ya no están con nosotros, pues además de Javier y José María Font, en ella participaron, José Manuel Sánchez del Águila y Luis F. Rull, que en paz descansen ambos. Fue en mayo de 2013, yo acababa de perder a mi madre. 

Recuerdo que citaba hace unos días en uno de mis artículos a Juan Valdés Leal y sus cuadros para la Caridad de Sevilla. Y que razón tenía el maestro al ilustrar el discurso de Miguel de Mañara. En un abrir y cerrar de ojos la muerte te sorprende, no avisa. Como dice esa cancioncilla antigua infantil que el escritor, Ignacio del Valle refleja en su libro “El tiempo de los emperadores extraños” (Alfaguara, 2006): “… mira que te vas a morir, mira que no sabes cuándo”.

Tengo que agradecerle a Javier Castro-Villacañas, que contara conmigo para colaboraciones en revistas que el dirigió, como El Club de la Buena Vida, donde me publicó un reportaje sobre el aceite de oliva en el invierno de 2015. Recuerdo su voz profunda, por teléfono, de locutor de radio.

Abogado y periodista, había nacido en Madrid en 1964. Fue hombre de recias convicciones que mantuvo a lo largo de su vida, casi siempre con el viento en contra, pero como bien cita otro amigo de esos que tampoco veo a menudo, en un recientísimo artículo sobre Javier, me refiero a Gustavo Morales y su referencia a Unamuno: “prefirió la verdad a la paz”. Descanse en paz Javier Castro-Villacañas.

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