Cierran dos bares clásicos, y muy diferentes, de Sevilla

Para ser exactos, habría que decir que están en traspaso, por lo que más que cierre definitivo, pueden ser temporales. Aunque pueden pasar dos cosas y no sé cuál sería peor, o que el cierre pueda ser en realidad definitivo o qué ambos o alguno de ellos y me temo que el del centro tiene más papeletas para eso, caigan en manos que desvirtúen y maquillen de tal forma los negocios que no tengan nada que ver con lo que fueron. 

En uno de ellos ya ocurrió algo de eso. La Alicantina no volvió a ser nunca lo mismo desde que lo dejó quién lo llevó a su máximo esplendor, Manuel Postigo. El negocio de la céntrica plaza del Salvador, siempre me pareció un sitio para cierto tipo de público muy del centro, muy de hermandades de negro y caseta del Labradores, ustedes me entienden. Con precios a ese nivel. 

Ensaladilla de gambas

Mítica era su ensaladilla de gambas, donde el “truco” estaba, en tiempos de Postigo, en la variedad de patata empleada, en la cocción de esta en el agua de cocer las gambas, y en la finura de su mayonesa. Aunque la pizarra de la vieja Alicantina te ofrecía mucho más que la ensaladilla, incluida una tapa clásica (en realidad casi siempre en medias o raciones en todos sitios) la Cazuela Tío Diego, un plato a base de gambas, jamón y champiñones, fritos con bastante ajo laminado, recuerdo especialmente la que servían en el Modesto de Cano y Cueto.

Me toca más de cerca el corazoncito el cierre de Casa Diego. Ese nombre de negocio en Triana va aparejado a bar de buenas tapas y, en particular, de buenos caracoles. Este en concreto era una pequeña bodeguita, tamaño garaje en origen, casi en la esquina de Sánchez Arjona (ahora Virgen de la Esperanza) con Evangelista. Una bodeguita situada frente a la tapia del colegio de mi infancia, los Salesianos de Triana. Buena cerveza, aliños y mariscos y, sobre todo, ollas y ollas de caracoles en su efímera temporada anual. En los últimos tiempos, tampoco faltaban guisos tradicionales, como el menudo.

No hay que hacer demagogia con los malos tiempos para la hostelería y el cansancio de dedicarse a este trabajo. Lo primero no es absolutamente cierto, hay bares y restaurantes en Sevilla que nunca han ganado más dinero que ahora. Lo segundo es cierto, pero hay quién se puede dedicar a otra cosa, precisamente porque ha hecho el suficiente dinero en hostelería para poder permitírselo. Por tanto, lo único que podemos hacer es alegrarnos porque la gente consiga mejorar su vida, aunque lamentemos el cierre del negocio. 
Caracoles de Casa Diego

En cualquier caso, ambos locales, tanto La Alicantina como Casa Diego, eran otra cosa ya. La primera, después de Postigo, pasando por dos empresarios más, alguno incluso decidió tapar el azulejo magnífico que preside la barra (menos mal que no lo arrancó). Casa Diego era ya un negocio masificado, ampliado su local, con una terraza de mesas altas ganada al aparcamiento de la calle, donde era difícil encontrar sitio habitualmente.

Me quedo con La Alicantina de los señores pijos del centro y con la Casa Diego de mi juventud.

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