Hierve (Philip Barantini, 2021) el restaurante a punto de ebullición
Barintini nos muestra el servicio de un restaurante
londinense donde, a modo de cazuela al fuego, sumerge todas las cosas que
pueden pasar en un negocio de hostelería actual. Quizás parezca excesivo el
guion precisamente por eso, pero no crean, lejos de esa imagen de “Pesadilla en
la cocina”, lo reflejado no es más que la concentración de un caldo cocinado a
fuego lento, donde se nos muestra al final la esencia de la problemática de un
negocio tan complicado como es un restaurante.
Todo ello lo hace más intenso la técnica de plano secuencia continuo que emplea el director, sensación que ayuda a esa impresión de semicaos, ritmo vertiginoso y una cierta sensación claustrofóbica, que muestra la historia. Todo se desarrolla entre la sala, la barra, la cocina vista y su trastienda, con un recorrido por las ayudas y desavenencias de la plantilla.
Entre los ingredientes de esta sopa no faltan algunos de los
clichés más característicos de los restaurantes de moda de nuestros días,
comenzando por los clientes, donde podemos ver al pater familias prepotente y sabiondillo, que pide el vino por el
precio, que no sabe el punto que tiene que tener el plato, sino como le gusta a
él (lo cual tampoco es intrínsecamente malo) que llega al menosprecio y al
insulto a la camarera (negra, claro). También están la parejita cursilona, uno
de ellos con una alergia, por supuesto. El grupo de chicas no tan chicas, en
plan fiesta desmelenada, con ganas de cachondeo y copas. Los influencers (fallo
no meter aquí alguna mujer) con su tontería y el coñazo de fotos y postureo. Para
colmo el exsocio del chef, que para joder se lleva a una crítica gastronómica
por sorpresa.
La película pone sobre la mesa cuestiones que están ahí
desde hace tiempo, pero de las que no se suele hablar en el mundillo: el
alcoholismo y las drogas. A veces, la única manera que encuentran algunos de
lidiar con unos horarios demoledores, un estrés permanente y, todo ello,
contribuyendo a los problemas con la familia, que no te ve el pelo por casa a
horas decentes nunca.
La olla entra en ebullición y su ingrediente protagonista,
el chef, acaba petando, perdido y agobiado por el ambiente, un final abierto nos
deja el mismo desconcierto que nos va provocando la visión de este
interesantísimo film desde el principio, desde el punto de vista
cinematográfico y desde el gastronómico.
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