Un siglo desde 1922, recreado por Antonio Rivero Taravillo
El autor de este “1922” nos sumerge con habilidad en un
texto que rompe las barreras entre el ensayo literario y la novela. Sobre todo
la primera parte, es un alarde de citas de hechos y personajes fascinantes de
aquel efervescente París cultural del primer cuarto del siglo XX. En pleno auge
de las vanguardias, Rivero Taravillo nos transporta a una ciudad donde artistas
y escritores, crean y conviven en esa bohemia tan mitificada a través de los
años.
El meollo de la cuestión es la coincidencia, en el tiempo y en el espacio, en aquel prodigioso 1922, de autores que van a ser trascendentales en la historia de la literatura contemporánea. Por un lado está el citado James Joyce y la publicación de “Ulises”, una novela de la que, como escuché a Vargas Llosa recientemente, “a partir de su publicación cambió la literatura moderna, ya nada sería igual”, se rompe la narrativa decimonónica y, coincidiendo con el nacimiento del Surrealismo, Joyce crea algo novedoso y distinto, difícil y muy personal.
El norteamericano T.
S. Eliot es otro de los protagonistas de esa cena en casa del que será el
catalizador de los otros autores, Ezra
Pound, que está componiendo en esas mismas fechas sus “Cantos”, como nos cuenta Rivero Taravillo en su libro. Eliot
publicará “La tierra baldía” obra
que, junto con otras, le llevará a la postre a conseguir el Premio Nobel en 1948. Premio que nunca
se le concedió a Joyce, honor que comparte con otros escritores notables como
el argentino Borges, entre otros.
Quién si recibiría el Nobel en 1923, sería otro irlandés,
también coprotagonista del libro “1922”, el poeta y dramaturgo W. B. Yeats, de quien Taravillo nos
narra otra cena en su libro donde coincide con dos de los comensales anteriores,
su compatriota Joyce y el anfitrión de nuevo, Pound.
Conocida es la querencia del autor nacido en Melilla pero
afincado casi desde su nacimiento en Sevilla, por Irlanda. Rivero Taravillo no
solo es reconocido traductor de inglés sino que domina también el gaélico, en
varias de sus vertientes nacionales, además de ser un reputado biógrafo,
especialista en Luis Cernuda.
En “1922”, como un pintor maduro con su pincel, Taravillo
muestra una mano más suelta en su prosa, donde traspasa a lo largo del texto,
como una fina lluvia, un elegante y sutil humor, se le nota cómodo en el tema.
Humor presente también en sus ingeniosos aforismos, publicados en diversos
volúmenes. Hay que señalar lo prolífico de un autor que vive por y para la
literatura.
Proust, Picasso, Hemingway, la librera Sylvia
Beach, el editor Gaston Gallimard
o André Breton, padre del Surrealismo, son algunos de los
relevantes personajes de la cultura del momento que transitan por las páginas
de este gratificante, ameno y documentado libro sobre una etapa prodigiosa de
nuestra historia, germen de tantas cosas actuales.
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