Bodegas Carmelo Rodero, mujeres al poder

A finales de los años 80 del pasado siglo, Carmelo Rodero inició valientemente su aventura bodeguera desde su pueblo burgalés, Pedrosa de Duero, un rincón de la Ribera a la que da nombre el río castellano donde la Tempranillo ribereña da lo mejor de sí. Tanto es así que comenzó vendiéndole uva nada menos que a la mismísima Vega Sicilia, palabras mayores entre el vino internacional español.

Hoy, con sus 70 años bien llevados de castellano viejo, Carmelo sigue en la brecha, por tierras de Nueva España, hoy México, me dice su hija María Rodero que anda, la tengo sentada a mi lado en la comida que han organizado en el sevillano restaurante Río Grande, va la cosa de riberas, para dar a conocer sus nuevas añadas, sus vinos y sus proyectos. Lo hace ella, que lleva la dirección comercial y, al otro lado de la mesa, su hermana Beatriz Rodero, que estudió enología en Burdeos y tras un periplo internacional, “para ver que están haciendo por ahí”, nos dice, lleva las riendas de las elaboraciones de estas joyas de brillantes capas granates. 

Así que comenzamos Abril como terminamos Marzo, probando buenos vinos castellanos de la D. O. Ribera del Duero. Ahora aquellas viñas ya tienen una edad media de 40/50 años, con algunos viñedos viejos que van camino del centenario, siempre en cepas en vaso, que es lo tradicional y, junto a los viejos viñedos de Tempranillo, los aportes de la Cabernet Sauvignon y la Merlot, francesas que se instalaron por allí para dar elegancia a la casa, y otras castas, nos cuenta Beatriz, con las que se está experimentando.

Cuatro vinos sobre la mesa que vamos probando junto con las viandas que el atento y diligente servicio de Río Grande nos va dejando por delante: Una caña de lomo suprema y unas croquetas de ibérico de suave cremosidad, la cosa pinta bien. En las copas principiamos con Carmelo Rodero Crianza 2022, con un 90% Tempranillo y un 10% de Cabernet Sauvignon que se nota en la acidez y estructura del vino, lo que le va a hacer envejecer convenientemente, aún está por madurar después de los en torno a 15 meses de barrica, siempre en los vinos de la bodega roble francés nuevo (solo de hasta dos años) Tinto fresco y frutal a pesar de la madera que solo aporta lo justo para subrayar con un leve tostado, apenas perceptible, las maneras que apunta el morlaco.

El siguiente vino ya lo tratamos en nuestra web, se trata del vinazo RAZA 2021 y al artículo me remito: https://nuevaclaridad.blogspot.com/2025/01/carmelo-rodero-raza-2021-edicion.html Señalar tan solo que este pepinaco de Reserva camina con paso firme en la vida, cremoso, elegante, con volumen, largo en la memoria y con un perfecto equilibrio. Ni cuenta que no pegara mucho con una ventresca de atún sobre tomates, ni tampoco se llevara demasiado bien con una patita de pulpo braseada

Tampoco prestaremos mucha atención a un llamado “Rapito (rape pequeño supongo) de tripa negra a la brasa”, con una salsa bilbaína aceitosilla y unas panaderas blanduchas, porque lo importante aquí es el vino, y el Pago de Valtarreña 2020 es otro gran vino. Viñedos de Tempranillo con unos 80 a 85 años y 24 meses de barrica, para un tinto que nos habla de lo que entendemos por Ribera del Duero: color, estructura, aires del terruño, notas de torrefactos y vainillas, con una fruta madura sobre todo.

Un poco en el otro lado de la enología moderna de Ribera, TSM 2021, la elegancia y golosidad buscada en un coupage de Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Merlot. Fruta más negra, golosa, tostados cremosos. Redondo en boca, potente y estructurado, Largo y elegante. 16 meses en barrica con vinificaciones en toneles abiertos en vertical. Innovaciones frecuentes en esta bodega, fruto de la inquietud de Carmelo Rodero, como sus patentados sistemas de maceración con los hollejos o el trabajo por gravedad desde los OVIS. TSM 2021 que, ahora sí, armonizó perfecto con un solomillo de ternera a la brasa jugoso y en su punto, que venía guarnecido con unos bellos y sabrosos pimientillos verdes fritos, una delicia. Un vino con unas características que nos hizo prolongar la copa a los postres: una deliciosa torrija con un helado de vainilla y una tarta de chocolate con praliné de avellanas. Cada vez me gustan más los postres, se nota que uno tiene una edad.  

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