Visita al restaurante Malandro de Sevilla

El nombre de este negocio me evoca una palabra que muy bien podría ser inventada por mi amigo, José María Arenzana para su hilarante ‘Ficcionario’; malandro: balandro que flota mal. Perdona la broma querido, Pepe. No es el caso, la cuestión es que este local enclavado en pleno barrio del Arenal de Sevilla, portuario y taurino, evoca a aquellos picaros que el gran Cervantes retrataba en su ‘Rinconete y Cortadillo’ y toma en su acepción la de la RAE: Delincuente, especialmente joven; vocablo aún en vigor en esa reserva del español que es Hispanoamérica, en este caso en países como Venezuela y Uruguay. 

Malandro ocupa una casona de la calle Gracia Fernández Palacios, una pequeña vía peatonal que cruza la manzana de la Maestranza, la plaza de toros, entre Adriano y Antonia Díaz. Aún recuerdo el estudio de arquitectura que en la misma casa se ubicaba. El inmueble ha sido primorosamente reformado para albergar un bonito local de hostelería que cuenta con varios ambientes repartidos en sus tres plantas. En la entrada, barra y bonita sala para tapas y raciones. En la primera planta zona de restaurante a la carta, con amplia terraza vecina al coso maestrante y una zona cubierta con mesa y mantel, con un bello fondo de cacharros alfareros. En la última planta, terraza para cócteles y copas, donde por cierto, tienen el mal gusto de exigirte el pago al servirte la primera copa.

Me centro en el restaurante que es el que he conocido en esta primera visita a Malandro. La carta no es muy larga, se centra en productos a la brasa, sobre todo verduras y carnes, la oferta de pescado es mínima. Destacar el servicio, atento y profesional (y con la suficiente habilidad para colocarte una copa de champagne “de bienvenida” a 11 pavos, ya sabemos que el espumoso francés es caro) Por lo demás irreprochable, se echan de menos profesionales de la talla de José Antonio, al que ya conocía de sus años en La Moneda, en Sevilla. 

Lo que sí era de bienvenida y gratis una fresca y rica Sopa fría de pepino y manzana, una especie de gazpacho verde muy equilibrado. Para estar a la altura del champagne un Carpaccio de cigala, con gotas de salmorejo, tomates picados y tapenade; de sabor intenso, muy logrado, la pega de estos carpaccios es que hacen inútil la cuchara y el tenedor de servicio, pues están cortados tan finos que se pegan de manera increíble al plato y hay que destrozarlo para comérselo, por lo demás, riquísimo. Un detalle, extraordinario el pan de Horno La Parra, no hay que ser un divo de la panadería en Sevilla para hacer grandes panes. 

Dentro de la variedad de verduras asadas opté por el Puerro, y hago bien en escribir en singular porque te lo venden por unidades (a 6 euros) y la tan de moda Flor de alcachofa (4 euros la unidad) Por si quería dar un toque de AOVE me trajeron una botella de aceite que rezaba en su etiqueta: Arbequina, pero ni por color ni por su falta de sabor lo parecía, o era de una cosecha vieja o era otra cosa.

El plato fuerte de Malandro (los platos fuertes) son las carnes asadas. José Antonio montó, literalmente, una mesa auxiliar para cortar un Wellington de solomillo de cerdo ibérico, da gusto ver a un buen profesional haciendo perfectamente su trabajo. Al principio pensé que el solomillo estaba pasado, pero no era tal, sino que entre la envoltura de hojaldre y la carne iban unas lonchas de jamón que enranciaban el bocado. Yo tengo una creencia a la que un día igual le dedico todo un artículo, y es que fuera del jamón ibérico de bellota cortado de la pata, a mí no me gusta el jamón ni frito, ni guisado, ni los de medio pelo, jamón solo el bueno y tal cual. 

De postre, para terminar el vino, cuatro magníficas cuñas de queso Idiazábal. Hablando de vinos, la carta es variada y con etiquetas tanto clásicas como de vinos digamos más modernos (te dan una tablet con las imágenes de las botellas). Cara, los márgenes de los vinos son generosos, para la casa claro, lo cual te engorda de manera desmesurada el ticket final. Pero en este caso valieron la pena los 46 euros de una botella de Contino Reserva 2019, reflejo magnifico de la mejor Rioja Alavesa. Recuerdo la visita a aquel viñedo que baja en pendiente suave hasta la misma orilla del Ebro en una curva del río, con la pequeña bodega entre las vides de uvas Tempranillo. Una delicia de vino, fresco, de fruta golosa, elegante toque del roble y muy fácil de beber.

La velada se culminó con un cóctel, ya he mencionado el feo detalle del cobro, que fue simplemente digno (11 euros) pero que me permitió disfrutar de cierta brisa en este veranillo prolongado de San Miguel, contemplando la terraza vecina del graderío de la Maestranza.  

Malandro

C/ Gracia Fernández Palacios, 3

41001 Sevilla

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