El jamón, lejos del fuego, por favor

Nunca me gustó el Caballito de jamón, y piensen ustedes en el mejor posible, por ejemplo en Sevilla es mítico el de Las Golondrinas en Triana. De la famosa y recordada Cazuela Tío Diego del Modesto de Cano y Cueto, con sus champiñones, gambas y jamón, éste era lo que menos me gustaba de ella, vamos que prefería sobre casi todo los ajitos fritos en el aceitillo, pues esa tapa/ración es como unas gambas al ajillo con más cosas. Tal vez soporte la loncha de jamón, si es de calidad y no está calentada, del muy sevillano Serranito, acompañamiento fundamental de un buen filete y un pimiento frito. 

Caballito de jamón
Foto cedida por CosasDeComé
Con todo esto lo que quiero decir, y cumplo con ello un pensamiento propio que cité en un artículo anterior, es que el jamón, con fama de producto de altísima gastronomía, solo lo es cuando la pata del cerdo es de prestigiosa raza ibérica y se sirve bien cortada y sin más aditamento o manipulación, no digo cruda, porque los jamones no están crudos, se sirven tras un largo proceso de salación y curación en los secaderos de las mejores sierras que para ello existen en algunos lugares de España, principalmente en, Badajoz, Huelva y Salamanca, y los cito en riguroso orden alfabético para no levantar suspicacias.

El jamón ibérico cuando se acerca al fuego, ya sea en brasas, en el horno o, ay qué horror, en sartén con aceite, desvirtúa sus cualidades y, normalmente, se torna salado, demasiado potente de sabor, en el mal sentido, e incluso duro. Para los que me lean asiduamente me remito a mi crónica reciente de un nuevo restaurante sevillano donde degusté un digno Wellington de solomillo de cerdo ibérico, del que tuve que retirar unas lonchas de jamón que habían colocado entre el hojaldre exterior y la carne del solomillo, que me había enranciado los dos primeros bocados.

Serranito

Pero es que además, el jamón tal cual, en lonchas teóricamente procedentes de las patas del cerdo, tampoco está muy bueno si no es de calidad, ahí tenemos el horror de los blíster de supermercados. Estrictamente hablando, tampoco es necesario, aunque si preferible, que sea jamón ibérico de bellota, hay estimables jamones serranos en otras zonas españolas además de las citadas, pongamos por ejemplo ciertas piezas de Trevélez  (Sierra de Granada) o Teruel, también, emparentados con sus vecinos de Badajoz y Huelva, los de la Sierra Norte de Sevilla. Incluso probé un jamón húngaro de un cerdo muy mono, cubierto de pelo largo, Mangalica se llama la raza, bastante pasable.

Así que, por si les importa algo realmente mi opinión, el jamón tal cual, cortado de una buena pata de ibérico de bellota y servido en un plato tibio que lo haga sudar un poco. ¿Acompañamiento? Esa es otra, a mí me gusta mucho con un Cava Brut Nature o un Champagne francés, pero sin duda armoniza a la perfección con finos y manzanillas. Tampoco desentona con un tinto de más o menos crianza, esto va en el gusto de cada uno.

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