Restaurante Doña Emilia, cuando lo de la abuela es de verdad

Las verdaderas estrellas o soles de un restaurante no tienen por qué venir de parte de guías con criterios más o menos modernitos, quizás las distinciones más valoradas deberían ser las que te da el cariño del público y el respeto a una profesionalidad contrastada y reconocida por todo el sector. Cada vez que me encuentro con la familia Mayo en uno de sus locales o en cualquier otra parte, me renuevan las ganas de no tirar la toalla en un mundillo gastronómico que cada vez, lo reconozco, me aburre más. No hablo de su cocina, que es buena, sino de la calidad personal de todos y cada uno de ellos.

Allí estaba yo, sentado junto a mi compañero y sin embargo amigo, Chencho Cubiles, como dos islitas en medio de un mar de instagramers y tiktokers, convocados por otro inasequible al desaliento, mi tocayo Javier Ciézar de Probando Probando. Insistiendo en nuestras notas y fotos para luego elaborar esos artículos de 500 o más palabras que no sabemos si leerá o no alguien.

Digo que estábamos en la sala de Doña Emilia, ya hablé algo de ella en un artículo anterior, bonita y luminosa, acogedora, escuchando a los Mayo reunidos para agasajarnos como siempre lo hacen, con autenticidad y verdadero cariño. Pero no solo Curro, Fernando, Loli y Mari Ángeles, también su hija mayor y su marido, Miguel Ángel Álvarez, que es el que maneja el cotarro en Doña Emilia, totalmente impregnado de la filosofía de la casa. Nos presentó a parte de su personal, llevándose al final nuestra ovación el chef, el extremeño Antonio Yerga

La noche empezó a refrescar un poco, gracias a Dios, y comenzamos la confraternización con unos agradables cocteles en la romántica terraza de Doña Emilia entre los árboles del sevillano Paseo de Colón, después de unos aperitivos, entre los que me encantó un queso fresco relleno de higos y unos trozos de morcón ibérico, ese hermano pobre, injustamente olvidado en los platos de chacinas habituales.

Pasamos a la mesa y el espíritu de la abuela, Emilia Cabrera, flotó en el comedor en un justo reconocimiento a su labor formativa en los fogones tradicionales para con sus queridas nueras, Loli y Mari Ángeles, como nos explicaron ellas mismas, no todos los reconocimientos van a ser para el fundador, el abuelo, Manolo Mayo

Lo de después ya da un poco igual, quiero decir que comimos mucho y bien. Destacar las materias primas, como esos extraordinarios tomates de Los Palacios que degustamos en una rica ensalada, coronada, como, no, con un buen tronco de melva. Muy buen pan. Y claro, estamos en temporada de atún rojo y se notó en el menú, sobre todo en un excepcional plato de sashimi perfectamente condimentado. Original la ensaladilla de langostinos con mayonesa de vino fino. Ricas croquetas. Sabroso y tradicional el guarrito frito. Unas pasables gambas al ajillo. Y parémonos en el guiso: Habitas baby, un tanto enteras para mi gusto, pero guisadas primorosamente con caldo ahumado y una riquísima crema de apionabo y cebolla caramelizada, ésta casi imperceptible. Buen punto del arroz seco de callos de ternera con pluma ibérica que nos sirvieron en paella.


Y los postres, un merengue con azahar, torta de aceite y crema de naranja, que dejó un gusto de tremenda sevillanía en la boca, con un perfecto equilibrio entre la frescura cítrica y el dulzor. Original la tarta de queso y compota de tomate, partiendo de un queso aljarafeño de la casa Welldone, con un punto de queso azul que casaba perfecto con un vino dulce de Pedro Ximénez.

Por cierto, hablando de vinos, Doña Emilia posee una variada carta de ellos, donde se presta especial atención a los andaluces en general y a los sevillanos en particular. De hecho, después de una magnífica Manzanilla Pasada Pastora, en los prolegómenos, pasaron por las copas (gigantescas por cierto) un muy agradable blanco palaciego de Bodegas Blanca Parejo, Primera Huida se llama, que también nos sirvió para tener un sentido recuerdo a la memoria del tristemente desaparecido, Vicente Parejo, fundador de esta bodega familiar junto a su esposa, María Luisa. El vino un Viogner fresco y frutal. 


El tinto fue Cantueso de la cazallera bodega Viñas Colonias de Galeón, un coupage de uvas tintas 80% (Syrah, Pinot Noir y Merlot) y blancas 20% (Viognier) que reposa 9 meses en depósitos de Flextank (a base de polietileno. Sí, esas bolitas blancas de plástico que han aparecido en varias playas a veces), fresco y un punto astringente.

Divertida compañía, más atenta a las fotos y en subirlas, junto con videos cortos, a sus redes, que a otras cosas. Yo aquí, dándole a las teclas, muchas gracias a los que halláis llegado hasta esta palabra (la 765) ;)


Antonio Yerga y
Miguel Ángel Álvarez



Restaurante Doña Emilia 

Paseo de Colón, 3

41001 Sevilla

Tfno.: 645594739

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