Vinoble 2024. La crónica

La fascinación que Cádiz en general y sus productos gastronómicos, entre los que por supuesto están sus vinos, ejercen en los sevillanos es grande y muchas veces, no correspondida. Nos da igual, el mundillo gastronómico sevillano se vuelca con lo gaditano y la feria de los vinos generosos que se acaba de celebrar una vez más en Jerez de la Frontera, es fiel reflejo de ello.

Ya a primera hora del día que decides la visita a Vinoble, te encuentras a compañeros, amigos, gente del vino y la hostelería, en el tren y en la estación. Saludos alegres, manos y algún abrazo sentido al que no veíamos hace tiempo. Escenas que se repiten en los salones y patios, ay el calor y el albero, del Alcázar jerezano que acoge cada edición de esta reunión vinícola. 

Ver y ser visto, compartir ese descubrimiento, ese vino, esa novedad, esa reliquia que ha salido del corazón de un casco de bodega, de unas botas seleccionas. O lo raro, un Tannat de la sierra colombiana, un Pinot Gigrio francés de vendimia tardía, un Pinot Noir de  uvas crecidas en albarizas jerezanas.

Probamos el nuevo fino y el oloroso cream de Cayetano del Pino, gran nivel de esta bodega en todos sus productos. Caté por fin el nuevo Tío Pepe en rama, siempre fascinante, con el placer de saludar al gran Antonio Flores y celebrar con él la fiesta de esta nueva joya con su preciosa botella diseñada por Hugo Zapata. Brindar con Laura López, de Bodegas El Gato de Rota, con su magnífica Tintilla de Rota, que ellos mantuvieron desde la fundación de la bodega preservando este varietal hoy tan en boga. Santi Jordi, hacedor de vinos singulares, nos dio un muy interesante espumoso de Palomino Fino.

Después de más tiempo del debido, probé de nuevo la magnífica manzanilla La Goya XL de Bodegas Delgado Zuleta, saludando a su nuevo consejero delegado, el empresario sevillano, Manuel Terriza, designado por el nuevo, y misterioso, socio mayoritario de la bodega. Al lado, los extraordinarios vinos de Bodegas Fernando de Castilla, con cuyo fino disfrutamos de un gran almuerzo en el restaurante jerezano Albores, magnífico sitio con un producto excelente y una muy completa carta de vinos.

Vinos de Málaga, como el interesante Hereditas, el moscatel dulce de Fabio Coullet. Vinos de Sevilla, como el Palo Cortado de Lebrija que me dio Félix González Palacios. Vinos del Condado de Huelva, allí estaba con sus vinos, Begoña Sauci. Peculiares vinos de Alicante, con esos viejos fondillones, que maravilla los vinos de más de 50 años de Bodegas Monovar, o las mistelas y moscateles frescos de Bodegas Xaló. Vinos espumosos del Penedés, como los grandes de Gramona, con ese misterio de su Vi Ranci Gramona Batlle, una solera fundacional de 1910, base de sus licores de expedición. Vinos de Montilla – Moriles. O el peculiar tinto dulce de Dominio del Bendito, donde hacen maravillas con la Tinta de Toro. 

Y Cádiz, por supuesto. A los ya mencionados sumar los de nueva tendencia, esos vinos blancos secos sin encabezar tan de moda entre los sumilleres jóvenes. Así probamos las elaboraciones de Raúl Moreno. Pero también alguna nueva bodega que ha puesto en el mercado vinos antes solo familiares, como Bodegas Espinosa de los Monteros. Y el privilegio de catar los vinos peculiares de Valdespino, de la mano de Eduardo Ojeda o los peculiares vinos de Ximénez – Spínola con la gran Mari Carmen Martínez, ahora su nueva directora comercial.

Y tren de vuelta a Sevilla, con el albero en los zapatos, el calor pasado y el regusto en el paladar de los grandes vinos y en el corazón el de los grandes amigos.

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