La fascinación que Cádiz en general y sus productos gastronómicos,
entre los que por supuesto están sus vinos, ejercen en los sevillanos es grande
y muchas veces, no correspondida. Nos da igual, el mundillo gastronómico
sevillano se vuelca con lo gaditano y la feria de los vinos generosos que se
acaba de celebrar una vez más en
Jerez
de la Frontera, es fiel reflejo de ello.
Ya a primera hora del día que decides la visita a Vinoble, te encuentras a compañeros, amigos,
gente del vino y la hostelería, en el tren y en la estación. Saludos alegres,
manos y algún abrazo sentido al que no veíamos hace tiempo. Escenas que se
repiten en los salones y patios, ay el calor y el albero, del Alcázar jerezano que acoge cada edición
de esta reunión vinícola.
Ver y ser visto, compartir ese descubrimiento, ese vino, esa
novedad, esa reliquia que ha salido del corazón de un casco de bodega, de unas
botas seleccionas. O lo raro, un Tannat de la sierra colombiana, un Pinot
Gigrio francés de vendimia tardía, un Pinot Noir de uvas crecidas en albarizas jerezanas.
Probamos el nuevo fino y el oloroso cream de Cayetano del Pino, gran nivel de esta
bodega en todos sus productos. Caté por fin el nuevo Tío Pepe en rama, siempre fascinante, con el placer de saludar al
gran Antonio Flores y celebrar con
él la fiesta de esta nueva joya con su preciosa botella diseñada por Hugo Zapata. Brindar con Laura López, de Bodegas El Gato de Rota, con su magnífica Tintilla de Rota, que ellos mantuvieron desde la fundación de la
bodega preservando este varietal hoy tan en boga. Santi Jordi, hacedor de vinos singulares, nos dio un muy
interesante espumoso de Palomino Fino.
Después de más tiempo del debido, probé de nuevo la
magnífica manzanilla
La Goya XL de
Bodegas Delgado Zuleta, saludando a su
nuevo consejero delegado, el empresario sevillano,
Manuel Terriza, designado por el nuevo, y misterioso, socio
mayoritario de la bodega. Al lado, los extraordinarios vinos de
Bodegas Fernando de Castilla, con cuyo
fino disfrutamos de un gran almuerzo en el
restaurante
jerezano Albores, magnífico sitio con un producto excelente y una muy
completa carta de vinos.
Vinos de Málaga, como el interesante
Hereditas, el moscatel dulce de
Fabio Coullet. Vinos de Sevilla, como el
Palo Cortado de Lebrija que me dio
Félix González Palacios. Vinos del Condado de Huelva, allí estaba
con sus vinos,
Begoña Sauci.
Peculiares vinos de Alicante, con esos viejos fondillones, que maravilla los
vinos de más de 50 años de
Bodegas Monovar,
o las mistelas y moscateles frescos de
Bodegas
Xaló. Vinos espumosos del Penedés, como los grandes de
Gramona, con ese misterio de su
Vi Ranci Gramona Batlle, una solera fundacional de 1910, base de
sus licores de expedición. Vinos de Montilla – Moriles. O el peculiar tinto
dulce de
Dominio del Bendito, donde
hacen maravillas con la Tinta de Toro.
Y Cádiz, por supuesto. A los ya mencionados sumar los de
nueva tendencia, esos vinos blancos secos sin encabezar tan de moda entre los
sumilleres jóvenes. Así probamos las elaboraciones de
Raúl Moreno. Pero también alguna nueva bodega que ha puesto en el
mercado vinos antes solo familiares, como
Bodegas
Espinosa de los Monteros. Y el privilegio de catar los vinos peculiares de
Valdespino, de la mano de
Eduardo Ojeda o los peculiares vinos de
Ximénez – Spínola con la gran
Mari Carmen Martínez, ahora su nueva
directora comercial.
Y tren de vuelta a Sevilla, con el albero en los zapatos, el
calor pasado y el regusto en el paladar de los grandes vinos y en el corazón el
de los grandes amigos.
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