La zona de interés (2023) grandísima película
La película de Glazer es brutal en dos sentidos. Sin mostrar un cadáver, ni una escena truculenta, es de las películas más inquietantes, podría decirse casi de terror (intelectual) de los últimos tiempos. En otro sentido, el más modernito: esto es brutal, tío ¡qué caña! Expresión que puede sorprender a los que la consideren una película lenta, sin acción, pero que en mis tiempos jóvenes servía para expresar que algo era tremendamente motivador y bueno.
El preciosismo de las imágenes de Glazer es tan perfecto que
a veces, sobre todo en las escenas de la vida cotidiana en el jardín de la
casa, recuerdan las escenas reales grabadas por la pareja de Hitler, Eva Braun en Berghof, el refugio de montaña del führer,
coloreadas en documentales recientes.
Impacta de entrada esa vida cotidiana en una casa, que
refleja diseños racionalistas surgidos de la Bauhaus, mítica escuela de arquitectura y artes, cerrada
precisamente por el gobierno nazi alemán, con un bonito jardín cuya tapia es el
muro separador del horror, la masa oscura de los barracones del campo de
concentración de Auschwitz, del que
el cabeza de familia que reside en ese hogar, es el comandante. Vemos siempre
el campo en sus tejados por encima del muro, las chimeneas que nunca dejan de
arrojar humo y cenizas, día y noche, y los ruidos (fantástico el sonido de la
película), voces, disparos, ruidos extraños, mientras los niños juegan,
mientras la familia celebra una merienda y reciben visitas.
Pero el director nos va dando claves para irnos introduciendo en el terror. Nos adentramos en lo tenebroso a través de las pesadillas de una niña que por la noche (impactantes imágenes en negativo) para dejarles manzanas a los presos que volverán al tajo al día siguiente (el porcentaje seleccionado para mano de obra esclava). Glazer nos muestra en una secuencia la belleza y colorido de las flores del jardín cuidadas por la mujer del comandante, para mostrarnos más tarde que esas plantas se abonan con cenizas de los hornos.
La vida de esa familia modelo del régimen nacional-socialista,
cuatro fuertes y rubios hijos, sanos y felices, la madre controladora de las
chicas del servicio, compuesto por jóvenes del pueblo polaco cercano, chicas
siempre asustadas ante la presencia de los ocupadores de su tierra, una de las
cuales es seleccionada por el eficiente y ejemplar comandante, para sus desahogos
sexuales, imagen sugerida a la que sigue la bajada al laberíntico sótano de la
casa, que conduce a una habitación sórdida, sucia, donde el comandante se lava
sus vergüenzas para subir impoluto a su vida ideal.
Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz, cumple con su deber,
pulcramente, sin cuestiones de arrepentimiento visibles. Buen padre y buen
marido, salvo por sus debilidades sexuales, amante de los animales. El perro de
la casa, que anda libremente por todas partes y come lo que quiere, el caballo
tan querido, el pequeño perro que se encuentra en la calle, camino de la nueva
oficina, que lleva una señora, con la que habla amablemente mientras se dirige
al perrito con cariño.
Todo es impoluto, limpio. Los edificios y la ambientación
son de la misma eficacia que se refleja en la historia. Todo es aséptico, eficiente,
resolutivo, sin visos de remordimiento. El ruido, tras él, un silencio
atronador.
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