La zona de interés (2023) grandísima película

Reconozco que cuando leí que a ‘La zona de interés’ (Reino Unido, 2013) le dieron el óscar a la mejor película extranjera, y más frente a la magnífica ‘La sociedad de la nieve’ (España, 2023) del español, Juan Antonio Bayona, me dije: ¡ya está! Otra película sobre el holocausto judío ¿cómo no? Reconozco mi error tras ver en Movistar+ la película del director británico, Jonathan Glazer, basada en una novela del famoso autor, también británico, fallecido en 2023, Martin Amis.

La película de Glazer es brutal en dos sentidos. Sin mostrar un cadáver, ni una escena truculenta, es de las películas más inquietantes, podría decirse casi de terror (intelectual) de los últimos tiempos. En otro sentido, el más modernito: esto es brutal, tío ¡qué caña! Expresión que puede sorprender a los que la consideren una película lenta, sin acción, pero que en mis tiempos jóvenes servía para expresar que algo era tremendamente motivador y bueno. 

El preciosismo de las imágenes de Glazer es tan perfecto que a veces, sobre todo en las escenas de la vida cotidiana en el jardín de la casa, recuerdan las escenas reales grabadas por la pareja de Hitler, Eva Braun en Berghof, el refugio de montaña del führer, coloreadas en documentales recientes.

Impacta de entrada esa vida cotidiana en una casa, que refleja diseños racionalistas surgidos de la Bauhaus, mítica escuela de arquitectura y artes, cerrada precisamente por el gobierno nazi alemán, con un bonito jardín cuya tapia es el muro separador del horror, la masa oscura de los barracones del campo de concentración de Auschwitz, del que el cabeza de familia que reside en ese hogar, es el comandante. Vemos siempre el campo en sus tejados por encima del muro, las chimeneas que nunca dejan de arrojar humo y cenizas, día y noche, y los ruidos (fantástico el sonido de la película), voces, disparos, ruidos extraños, mientras los niños juegan, mientras la familia celebra una merienda y reciben visitas.

El mal es tratado desde la eficacia profesional germánica, todo es metódico y eficiente, desde el punto de vista tecnocrático y de la productividad. Ahí está la visita al comandante de los industriales de los hornos o la reunión, cuando el comandante es ascendido a supervisor, de todos los jefes de campos, como si de la junta rectora de una gran empresa se tratara. Los judíos a exterminar son unidades suprimidas, se trata de incrementar la eficiencia de la eliminación de despojos, que sabemos, aunque nadie lo dice así, son cuerpos humanos.

Pero el director nos va dando claves para irnos introduciendo en el terror. Nos adentramos en lo tenebroso a través de las pesadillas de una niña que por la noche (impactantes imágenes en negativo) para dejarles manzanas a los presos que volverán al tajo al día siguiente (el porcentaje seleccionado para mano de obra esclava). Glazer nos muestra en una secuencia la belleza y colorido de las flores del jardín cuidadas por la mujer del comandante, para mostrarnos más tarde que esas plantas se abonan con cenizas de los hornos. 

La vida de esa familia modelo del régimen nacional-socialista, cuatro fuertes y rubios hijos, sanos y felices, la madre controladora de las chicas del servicio, compuesto por jóvenes del pueblo polaco cercano, chicas siempre asustadas ante la presencia de los ocupadores de su tierra, una de las cuales es seleccionada por el eficiente y ejemplar comandante, para sus desahogos sexuales, imagen sugerida a la que sigue la bajada al laberíntico sótano de la casa, que conduce a una habitación sórdida, sucia, donde el comandante se lava sus vergüenzas para subir impoluto a su vida ideal.

Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz, cumple con su deber, pulcramente, sin cuestiones de arrepentimiento visibles. Buen padre y buen marido, salvo por sus debilidades sexuales, amante de los animales. El perro de la casa, que anda libremente por todas partes y come lo que quiere, el caballo tan querido, el pequeño perro que se encuentra en la calle, camino de la nueva oficina, que lleva una señora, con la que habla amablemente mientras se dirige al perrito con cariño.

Todo es impoluto, limpio. Los edificios y la ambientación son de la misma eficacia que se refleja en la historia. Todo es aséptico, eficiente, resolutivo, sin visos de remordimiento. El ruido, tras él, un silencio atronador.

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