XIX El siglo del retrato. Gran exposición en CaixaForum Sevilla


Proveniente de las colecciones del Museo del Prado, una gran exposición de obras de pintura, escultura y fotografía, nos muestran la pujanza del género retratístico en el siglo XIX. Se puede visitar en las salas de CaixaForum Sevilla
hasta el próximo 9 de Junio.




El retrato español, que hasta entonces había estado restringido prácticamente a los asuntos religiosos y cortesanos, se abre a la sociedad civil en el siglo XIX gracias al establecimiento de una burguesía que, paralelamente al auge del comercio y del desarrollo industrial, accede a una vida hasta entonces casi privativa de la nobleza, los altos dignatarios eclesiásticos y los héroes militares. En un proceso que recuerda un tanto al experimentado siglos atrás por los Países Bajos en la pintura flamenca, se nos van a mostrar en el arte español, escenas familiares en entornos hogareños y retratos de personas relevantes en la sociedad de la época, aún sin gozar de título nobiliario. 

Otra faceta, no en este caso totalmente novedosa pues el auto retrato se practica en la pintura desde siglos atrás, es la plasmación de la imagen de artistas, escritores e incluso, actores y actrices famosos. Retratos individuales o colectivos encuadrados en el estudio del pintor, en el café, estamos también en el auge de las tertulias, o en entornos profesionales. Todo ello enmarcado en las previas del despegue de las vanguardias del siglo XX que, en realidad, arrancan en el siglo anterior.

El XIX será un siglo que, como en otras cuestiones como la política, la filosofía, la ciencia, significará el preludio de los cambios vertiginosos producidos en la época más reciente de la humanidad. Así, tras el desarrollo durante décadas del Barroco, con su epílogo más extremo, el Rococó, vendrá la reacción neoclásica y, a partir de ahí, una sucesión de movimientos que muchas veces convivirán en el tiempo, pero que mayoritariamente coincidirán en una cosa, la relevancia del hombre en el mundo y la transgresión del academicismo. Romanticismo, Realismo, Simbolismo y la eclosión del Impresionismo en la segunda mitad del siglo, que será el detonante definitivo, la puerta abierta a las vanguardias posteriores.

Mientras tanto, el retrato español del siglo XIX mostrará la convivencia entre los artistas que van anunciando un tiempo nuevo y los estrictamente académicos que mostrarán un virtuosismo técnico que deslumbrará al público mayoritario. Un ejemplo de ello podemos verlo, y es un acierto del comisariado de la exposición mostrarlos juntos, en los retratos de El actor Isidoro Maíquez (1807) de Francisco de Goya y el del poeta, José de Espronceda (c. 1842-46) obra del pintor sevillano, Antonio María Esquivel. La mano suelta de Goya con el pincel contrasta con el dibujo académico que del famoso poeta realiza Esquivel. Fijémonos en que el retrato hecho por Goya, es casi 50 años anterior al del sevillano, que tenía un año de vida cuando Goya retrata al actor.

Dos exquisitas muestras del retrato académico, con un alarde técnico, aunque no exento de acertado perfil sicológico en los retratados, son los retratos respectivos del matrimonio formado por Saturnina Canaleta y de Jaime Girona, pintados por Federico de Madrazo en 1856. La mujer muestra todo el esplendor de la belleza romántica del momento, mostrando en pose, atuendo y complementos, su nivel económico, su marido es un joven burgués triunfador en el mundo de las finanzas y la política que, aún en la sobriedad del fondo, transmite su dignidad social.

Hay también muestras de bustos escultóricos, en los que podemos observar diversas tendencias, desde la continuación de moldes clásicos que recuerdan retratos del Imperio Romano, pasando por virtuosismos en el encaje del vestido femenino, hasta la genialidad en bronce que Mariano Benlliure plasma en sus obras, de técnica más moderna.

Siglo de cambios científicos, ya se ha señalado, en la muestra se exponen también algunas fotografías, técnica que da sus primeros pasos en el XIX y de la cual podemos contemplar algunas magníficas muestras de pioneros como Jean Laurent Minier (1816 – 1886) que nos deja retratos tan magníficos como uno del muy joven pintor Raimundo de Madrazo (c. 1855) integrante de una de las sagas artísticas españolas más importantes del XIX, con diversas muestras en esta exposición.

Deambulando por las salas de la muestra me viene a la mente una idea recurrente en mí al contemplar pinturas o fotos de personajes reales de tiempos pasados, todos están muertos. Los que nos miran desde esos cuadros, orgullosos a veces, trabajando otras, charlando entre ellos en ocasiones, ya no caminan, ni pintan, ni actúan, ni aman por la superficie de la Tierra desde hace décadas. Ese memento mori nos asalta en una estancia aparte de una de las salas de la exposición, dedicada al retrato de los muertos como, en un caso especialmente trágico, en el busto infantil del hijo muerto del mismo artista que lo esculpe, Miguel Blay. Como un recuerdo de Valdés Leal y sus obras de la Caridad, cuelgan los cuadros del cardenal fallecido, junto al del prohombre condecorado, el del humilde campesino o el perfil afilado por la parca, de una anciana.


Del citado Esquivel hay un cuadro en la exposición que, sobre el escenario de un teatro, en cuyo centro el poeta, Ventura de la Vega lee sus obras, aglutina a un gran número de actores y actrices de la época, un cuadro inacabado donde vemos rostros perfectamente definidos y otros, apenas esbozados, que parecen espectros entre los vivos, ninguno de ellos, en definitiva, está ya entre nosotros. 

Además de Antonio María Esquivel, la pintura sevillana está representada por otros autores como José María Romero, José Roldán, José García Ramos o Valeriano Domínguez Bécquer, hermano del escritor Gustavo Adolfo, que nos muestra su delicioso cuadro El pintor carlista y su familia (1859).

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