Gerardo Delgado, elogio del aislamiento
Con una producción muy significativa desde mediados de los
setenta del siglo pasado hasta principios de los noventa, que se mostró en una
exposición en Málaga en 1994, posterior a su etapa de finales de los sesenta centrada
en el estudio de la modulación de los espacios a través de la geometría.
El artista, en general, tiene sus motivaciones para hacer lo que hace, el mismo Delgado lo declaraba, pero eludía explicarlo porque pensaba que el espectador debe sacar sus propias conclusiones. Algo fundamental en el arte contemporáneo, el dialogo entre el pintor/cuadro y el espectador. La paradoja entre la aportación artística al despertar de ideas y reflexiones de la mente, frente al acto individual, inservible en cierto modo, del artista a solas.
Soledad que Gerardo Delgado enfatizó en los últimos tiempos, sobre todo a raíz del confinamiento a que nos sometió el gobierno por la pandemia de COVID. La reclusión voluntaria en la nave de Olivares, ese espacio íntimo y construido a gusto del artista. Estudio, biblioteca, taller… “Nunca había pintado con tanta intensidad”. Tenía cierto encanto, si nos abstraemos de la tragedia mortal que nos rodeaba, la tranquilidad de las calles, el estar en casa sin obligación de ir a ninguna parte, dedicándonos a lo que nos apeteciera, el que no tenía que teletrabajar, claro.Quizás no fue muy conocido por el gran público, a pesar de
que en 2017 se organizó una exposición de su obra en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, “autor de culto” le llamaron
algunos. Ojalá algún día podamos apreciar sus algunas de sus obras
permanentemente, con la de otros creadores locales, en el añorado y por ahora
inexistente, Museo Sevillano de Arte Contemporáneo.
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