Un gilipollas llamado, Jean-Luc Godard
Michel Hazanavicius (París, 1967) es conocido como director
ganador del Oscar y la Palma de Oro de Cannes, por su ‘The actor’, original
película filmada a la manera del cine mudo de los albores del siglo XX. En ‘Mal
genio’ recrea un pasaje de la vida de Jean-Luc
Godard centrado en su relación con la joven actriz (era una menor cuando se
enamoró de ella) Anne Wiazemsky
(Stacy Martin) en el entorno de la revuelta parisina de Mayo del 68.
La imagen de Jean-Luc Godard que retrata Hazanavicius es la de un verdadero capullo, machista y antipático que, superada su época de las primeras y más famosas de sus películas, se hunde en las necedades de los pijos parisinos que juegan a revolucionarios, tras el fracaso de su última película, ‘La chinoise’ (1967). Es fácil hacer el paralelismo de aquellos burguesitos universitarios metidos a progres, con muchos de los madrileños canalizados por el 15-M hacia un partido como Podemos, ese heterogéneo partido español, cóctel de todos los lugares comunes de la actual izquierda radical.
![]() |
Godard en Mayo del 68 |
Godard es un franco-suizo (su origen nacional ya suena a
moneda) proveniente de familia de banqueros helvéticos. El director de ‘Mal genio’
nos retrata, incluso con un humor (como las reiteradas y simbólicas, entiendo
yo, rotura de sus gafas) el maoísmo de un tipo que no encaja en su ambiente,
pero que tampoco encaja en el mundo universitario, más joven y más directo que
él. Un burgués, al fin y al cabo que juega a revolucionario comunista desde sus
fiestas en pisos de lujo con sus amigos tan snobs como él.
Si algo nos demuestra la historia es que la condición
personal no tiene por qué coincidir con la grandeza de un autor, me niego a
llamarles genios, palabra demasiado manida y usada últimamente para calificar a
casi cualquiera, desde cocineros a bailarines, cantantes o estrellas del
fútbol, por ejemplo. El despotismo y el machismo de personajes como Picasso o Neruda,
son buenos ejemplos de esos creadores tenidos en la más alta estima por su obra
al margen de sus miserias morales. Coinciden ambos, con Godard, en esa miopía,
por otra parte tan extendida en el mundo cultural occidental desde aquellos
diletantes de café como Sartre y Simone de Beauvoir, en su mirada a los países
comunistas, su benevolencia con los grandes genocidas del siglo XX, Stalin y
Mao Tse-Tung y su simpatía por regímenes totalitarios y antidemocráticos de su
época.
![]() |
M. Hazanavicius |
La película nos desnuda la imbecilidad de un Godard
deslumbrado por toda la farfolla dialéctica del comunismo a la violeta de la
Europa occidental de los sesenta, pero con una envoltura cinematográfica
magnífica. Si uno es capaz de soportar al insoportable personaje de Godard
reflejado en la película, podrá disfrutar de un gran film, con muy buenas
interpretaciones y una notable dirección artística que nos traslada a ese París
de Mayo del 68 y a las casas de la alta burguesía progre parisina, además de
esa magnífica casa de la Costa Azul, donde los protagonistas, mientras
disfrutan del sol y la playa en la propiedad de un empresario gaullista,
aguantan las impertinencias de un Godard empeñado en sabotear el Festival de
Cine de Cannes.
Comentarios
Publicar un comentario