El barman del Ritz
Las historias de ambas novelas coinciden en el tiempo y en
el espacio, el París ocupado por las
tropas alemanas en la Segunda Guerra Mundial. Más coincidencias, en ambas
hay personajes reales, de hecho algunos incluso se nombran en ambas, como el
general alemán de las SS, Carl Oberg, o el siniestro médico asesino, Marcel
Petiot. Pero a partir de ahí, las diferencias son muchas. No voy a entrar en
valoraciones literarias de estilo prosístico, cada obra tiene su personalidad y
ambas, desde luego, calidad narrativa. Analicé la obra de Juan Manuel de Prada
en un artículo anterior: https://nuevaclaridad.blogspot.com/2025/06/los-espejos-deformantes-de-juan-manuel.html
La obra de Philippe Collin (Brest, 1975), mucho más breve, se encuadra digamos que en los
parámetros en cuanto a páginas (387) de una novela “normal”. Es ágil, amena y engancha al lector incluso en un in crescendo de emoción hasta el desenlace final. Como indicaba antes, por la historia de ‘El barman del Ritz’ desfilan también personajes reales, pero, frente al París sórdido, un tanto marginal y escatológico, bohemio si se quiere, de la novela del español, el francés nos traslada, con todos los límites impuestos por los tiempos de guerra, a un escenario glamuroso, nada menos que el hotel Ritz de París y su famoso bar de cócteles regentado por un mito de la coctelería mundial, Frank Meier. La modista, Coco Chanel, la modelo y cantante francesa, Arletty, la también famosa cantante y actriz, Mistinguett, los dramaturgos, Jean Cocteau y Sacha Guitry o los norteamericanos, Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway, entre otros como, por el lado alemán, el escritor y entonces capitán del ejército, Ernst Jünger, aparecen en sus páginas.El protagonista, Frank Meier, es un afamado barman, judío
nacido en Austria y emigrado a Estados Unidos, donde se hace su reputación
coctelera en mano, para recalar en uno de los mitos de la hostelería de la
época, el hotel Ritz de París.
Hombre normal, con sus miedos y sus miserias. Oculta su condición de judío y
sobrevive adaptándose a las circunstancias. Servirá cócteles a los americanos,
ya en Europa a la elite social francesa y, llegada la ocupación de los
alemanes, a la oficialidad del ejercito germano, incluido el Reichsmarschall, Herman W. Goering.
Siempre en su puesto, siempre por la supervivencia de su bar y del Ritz.
No entraré más en las tripas de la historia, donde los
personajes van descubriendo sus miserias y sus valentías, a veces incluso, ese heroísmo
del hombre y la mujer común que se rebela en los momentos más difíciles. Léanla,
no se arrepentirán.
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