Los espejos deformantes de Juan Manuel de Prada

 

Acabo de terminar de leer las 1.643 páginas de los dos tomos de la última obra publicada de Juan Manuel de Prada. ‘Mil ojos esconde la noche’: 1. La ciudad de la luz (796 páginas) y 2. Cárcel de tinieblas (847 páginas) ambos publicados por Espasa. Si me consta personalmente el trabajo que cuesta escribir una novela de trescientas páginas, me hago cargo del monumental esfuerzo de pergeñar un texto de tales dimensiones, además con una ingente labor de documentación y lecturas previas.

Me deleité con la lectura de ‘Las máscaras del héroe’ obra de Prada que habría que repasar antes de emprender la tarea de su nueva y monumental obra, ya que es antecedente histórico, narrado y protagonizado por el mismo personaje. Por cierto, ojalá aborde el autor, lo deja en el aire en su nota final de los dos tomos en cuestión, la historia de Fernando Navales y su entorno durante la Guerra Civil española, ya que salta en el primer libro citado, desde la época de la IIª República al París ocupado de la Segunda Guerra Mundial, dejando la laguna estigia de nuestra cruel contienda doméstica. 

He de reconocerles que el primer tomo no me entusiasmó, aun reconociendo los valores de la obra, personalmente pienso que son muchas casi ochocientas páginas para ir dando vueltas sobre lo mismo, de hecho, incluso me parece que, si no párrafos enteros, me da la impresión de un corta y pega de frases repetidas. Ese derroche de arqueología lingüística es curiosa, nos muestra el rico acervo de vocablos que tiene el español, aunque el lector menos avezado quizás convendría que tuviese un diccionario al lado para ir consultando tanto cultismo prosístico. Por otra parte, la reiteración escatológica resulta a veces incluso desagradable. Supongo que, dentro de ese perfil esperpéntico del “Callejón del gato” al que el mismo Prada se adscribe, se quiere emparentar con la España negra desde los muros de la Quinta del sordo a los oscuros carnavales solanescos.

Para mí la obra remonta a partir de la mitad del segundo tomo. La historia fluye con aguas más limpias, el texto se asea de tanta cochambre, sin perderla del todo, recordemos la visita a la casa de Petiot o esa asquerosa (en el buen sentido) cena a base de gato en casa de Victoria Kent. Con todo, me parece muy curiosa la perspectiva de los personajes, siempre desde el cristal azul de la mirada de falangista camisa vieja del protagonista, con un severo repaso a toda esa bohemia cutre e interesada del exilio español, con especial inquina hacia el “garajista” Picasso, donde yo me atrevería a asegurar que el mismo Prada deja traslucir su visión personal en cierta forma. Como de los falangistas arribistas de última hora, adscritos al partido en la vorágine de la Guerra y haciéndole el caldo gordo al Movimiento de Franco, que fagocitó la Falange de los fundadores para ir girando a un pragmático régimen, si bien autoritario, revestido de una tecnocracia católica con vistas a congraciarse con los vencedores occidentales de la guerra mundial.

Una obra, en cualquier caso, colosal. Un oasis dentro de la búsqueda constante de buenas novelas que poner en la mesita de noche, y mira que se publican títulos. Una mirada original y sin complejos a un espectro histórico de una época y un contexto político estigmatizado hoy día, donde Prada trasluce situaciones y actitudes perfectamente trasladables al mundo de hoy.

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