Bar Coli, para los cabales

Ya que hablamos de clásico pues una definición clásica sevillana para que estemos los que tenemos que estar, los que de verdad estamos en el misterio de lo nuestro y manejamos desde hace años las claves de esa Sevilla que, lejos de modas y novelerías, mantiene el rito y la geografía, no del cante flamenco en este caso, pero sí de ese cante jondo de nuestras cosas auténticas. Como los que nos juntamos en el bar Coli de Nervión.

Ahora que muchos están (re)descubriendo la cocina tradicional como si descubrieran a estas alturas el Mediterráneo, no estaría demás decirles que, aunque está muy bien, no hace falta ir recorriendo ventas de carretera ni bares de polígonos industriales para comerse una buenas alitas de pollo. Algunos dan por muerta la “nueva gastronomía” y pontifican sobre el retorno de las cazuelas caseras. No hay tal, ni una se ha muerto ni la otra está regresando, porque nunca se fue. Afortunadamente el tiempo hace su destilación y nos va quedando un poco de todo. Vuelvo al refranero como tantas veces: “en la variedad está el gusto”, aunque a mí particularmente este dicho popular no me parece excesivamente acertado, pero en fin. 

Viene toda esta perorata a qué el pasado martes quedé con un amigo periodista, alguno me queda, para tomar unas cervezas y ponernos al día de nuestras cosas. Nos sentamos un rato en una mesa del Las Palmas a pie de calle, un clásico de Nervión que sigue tan pujante como siempre. Pero el objetivo principal era probar unos caracoles en el Coli, nada, ni a diez metros.

Si no conocen el Coli, les hago retrato rápido: lleno diario de gente de siempre, ni un guiri, barra poblada y trabajada de categoría, gente de pie y camareros que se desviven para que no te falte de nada, fotos antiguas y hasta una cabeza de toro en la pared. La comanda la teníamos clara, una de caracoles, una de cabrillas y una fuente de alitas de pollo fritas. En los vasos de sidra que le ha dado a la Cruzcampo por patrocinar, cerveza fría, bien tirada y generosamente servida. Y hago aquí un inciso cervecero, el otro día me clavaron en un bar de Eduardo Dato, frente a la fábrica de Artillería, tres pavos por una caña de pie en la barra, luego saltan los de siempre en redes diciendo que si nos quejamos de todo y que si no sabemos los gastos de un bar, en fin, no creo que en el 90% de los bares sevillanos vendan a perdidas.

Sigo con el Coli, por cierto, bar familiar fundado en 1969, y ahí está el tío. Íbamos por cervezas generosamente servidas y bien tiradas, esto es fundamental para acompañar unas cabrillas de categoría, salsa espesa que pide mojar bollo. Los caracoles magníficos, con un destacado punto de hierbabuena (este año la temporada de caracoles está siendo muy buena, ya era hora) y las alitas fritas, uno de los clásicos de la casa, soy parcial en esto, me encanta este plato. Estábamos tan a gusto que hasta se me olvidó hacer fotos de las viandas, no eran el plan, sino disfrutar de las tapas y de la conversación, así que las imágenes que ilustran este texto no son del mismo día sino que las he mangado de internet, empezando por mi amigo, Monforte de Cosas de Comé, siempre generoso con estas cuestiones. 

Ya lo saben, déjense de rollos macabeos, el que quiera ir a comer tartar y sashimi a un gastrobar, que vaya, y el que quiera caracoles y alitas en el Coli, que vaya también, así nos repartimos y que viva la diversidad cultural, que diría un podemita. La cuenta del Coli a destacar, los precios comedidos y en su justa medida, así el gusto es doble.

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