Bar Coli, para los cabales
Ahora que muchos están (re)descubriendo la cocina tradicional como si descubrieran a estas alturas el Mediterráneo, no estaría demás decirles que, aunque está muy bien, no hace falta ir recorriendo ventas de carretera ni bares de polígonos industriales para comerse una buenas alitas de pollo. Algunos dan por muerta la “nueva gastronomía” y pontifican sobre el retorno de las cazuelas caseras. No hay tal, ni una se ha muerto ni la otra está regresando, porque nunca se fue. Afortunadamente el tiempo hace su destilación y nos va quedando un poco de todo. Vuelvo al refranero como tantas veces: “en la variedad está el gusto”, aunque a mí particularmente este dicho popular no me parece excesivamente acertado, pero en fin.
Viene toda esta perorata a qué el pasado martes quedé con un
amigo periodista, alguno me queda, para tomar unas cervezas y ponernos al día
de nuestras cosas. Nos sentamos un rato en una mesa del Las Palmas a pie de
calle, un clásico de Nervión que sigue tan pujante como siempre. Pero el
objetivo principal era probar unos caracoles en el Coli, nada, ni a diez
metros.
Si no conocen el Coli, les hago retrato rápido: lleno diario
de gente de siempre, ni un guiri, barra poblada y trabajada de categoría, gente
de pie y camareros que se desviven para que no te falte de nada, fotos antiguas
y hasta una cabeza de toro en la pared. La comanda la teníamos clara, una de caracoles, una de cabrillas y una fuente de alitas
de pollo fritas. En los vasos de sidra que le ha dado a la Cruzcampo por
patrocinar, cerveza fría, bien tirada y
generosamente servida. Y hago aquí un inciso cervecero, el otro día me
clavaron en un bar de Eduardo Dato, frente a la fábrica de Artillería, tres
pavos por una caña de pie en la barra, luego saltan los de siempre en redes
diciendo que si nos quejamos de todo y que si no sabemos los gastos de un bar,
en fin, no creo que en el 90% de los bares sevillanos vendan a perdidas.
Ya lo saben, déjense de rollos macabeos, el que quiera ir a
comer tartar y sashimi a un gastrobar, que vaya, y el que quiera caracoles y
alitas en el Coli, que vaya también, así nos repartimos y que viva la
diversidad cultural, que diría un podemita. La cuenta del Coli a destacar, los
precios comedidos y en su justa medida, así el gusto es doble.
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