La crisis del cine Cervantes
Recuerdo los años ochenta cuando en la ciudad se podían ver desde clásicos del cine de Hollywood hasta el neorrealismo italiano, la Nouvelle Vague o hitos del cine oriental y la historia del cine español. Entonces los cine-clubs universitarios que existían en diversas facultades, y otros de la ciudad, por ejemplo en tiempos uno que hubo en el cine Los Remedios. O qué decir del pionero en Sevilla, aquel cine-club Vida creado en las instalaciones de los jesuitas a finales de los años cincuenta y hoy sobreviviente gracias a la Fundación Cajasol.
Ahora que las televisiones, incluidas las públicas, han dado
la espalda al “cine clásico”, no digamos las plataformas, salvo Filmin, que
cuida algo más su carta de películas, es momento que un cine como el Cervantes
abandere esa programación que nos haga gozar en una gran sala y en pantalla
grande las grandes películas del cine mudo, el expresionismo alemán, el cine
negro de los 40 y 50, las grandes superproducciones desde Cleopatra o Ben Hur
(la antigua claro) a Casablanca, ciclos de los grandes actores y directores, el
cine japonés de Kurosawa y compañía, los ya citados neorrealistas, todo el cine
de Visconti, Pasolini, Fellini, Rossellini… la Nouvelle Vague francesa, el cine
británico… y por supuesto el cine español, desde la Aldea Maldita de Florián
Rey, pasando por el cine social de falangistas como José Antonio Nieves Conde y
su película Surcos de 1951 o Carlos Arévalo y su Rojo y Negro de 1942, hasta
las recreaciones históricas del franquismo, el nuevo cine de los sesenta, el
landismo, el destape de los setenta, Buñuel, Berlanga, el nuevo cine desde la
Transición: Garci, Erice, Saura y tantos otros.
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