Cántala de nuevo, Diane
Miro, en la pared de mi estudio un dibujo con una escena de la película Annie Hall pintada por mi hija Carmen, la actriz luce ese estilismo que creó cierta tendencia, con prendas masculinas vintage, el mismo que luce en uno de los fotogramas que acompañan este artículo, con el añadido del sombrero. Puede que Diane Keaton fuese una de las actrices peor vestidas de la historia, pero sin duda con una personalidad única y un estilo propio. A mí siempre me pareció la típica piji-progre neoyorkina, aunque en realidad había nacido en 1946 en Los Ángeles. Su colaboración con Allen le hizo participar en numerosas comedias de la primera etapa del creador neoyorkino, como colofón, tras Annie Hall, mi favorita, Manhattan (1979).
Antes de todo eso había participado en las dos primeras
películas, las buenas, de la saga El
Padrino, precisamente como pareja de Michel Corleone (Al Pacino), unos
papeles más o menos irrelevantes que, sin embargo, le dieron visibilidad en el
mundillo. Pero para mí, Diane Keaton siempre será la chica de Woody Allen y sus
maravillosas películas. Luego llegaría la sosaina de Mia Farrow a estropearlo casi todo.
En su madurez Diane Keaton protagonizó varias comedias de
éxito donde destacaba su glamur muy por encima de guiones tan simplones y
comerciales. Nunca le vi química con ninguno de sus acompañantes en esas
cintas, ni con Steve Martin, ni con Robert de Niro, por favor…, ni con un
hinchado Andy García, ni tan
siquiera con Jack Nicholson.
Películas supongo que alimenticias para una actriz que quizás hubiese encajado
mejor en films de corte más intelectual e independiente, o quizás no había
papeles de ese tipo, quién sabe.
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