Línea de fuego (Alfaguara, 2020) la supuesta ecuanimidad de Pérez-Reverte
El destino, la casualidad o, como dice una amiga mía muy
cursi, “ese momento mágico de serendipia”, hizo coincidir la fecha del día que
el libro cayó en mis manos, con la fecha, la noche del 24 al 25 de Julio de
1938, en que se inicia la acción del libro.
La narración se centra en un teatro de operaciones
secundario dentro de la batalla del Ebro,
la más sangrienta de la Guerra Civil
española. Un pequeño pueblo a orillas del río, un par de cerros, no me
gusta la palabra “pitón” que emplea el narrador, y la carretera entre
Mequinenza y Fayón, son el escenario donde se mueven los personajes del libro.
Como se diría tópicamente, un reparto coral, donde toman protagonismo ocho o
nueve personajes, pertenecientes cada uno a distintas organizaciones militares
dentro de los dos bandos en conflicto.
La prosa es ágil y el libro distrae, aunque en sus alrededor
de setecientas páginas, parece que haya frases, e incluso párrafos, que se
cortan y pegan de un capítulo a otro. Es en parte lógico ya que, en la larga
extensión del relato, asistimos a ofensivas y contraofensivas, donde unos
palmos de tierra pasan de unas manos a otras alternativamente, en una gran
similitud de acciones bélicas.
Si además de la lectura de esta historia, se conoce un poco la personalidad del autor, incluso su intervención en la edición de “Letras en Sevilla” de 2017, dedicada a la Literatura y la Guerra Civil, o entrevistas específicas al respecto, como la que mantuvo el autor en Onda Cero con Carlos Alsina, se entenderá un poco mejor lo que el libro transmite.
Pérez-Reverte siempre ha mantenido esa pose como de tipo
durete y descreído, de vuelta de mil batallas, en plan yo soy ciudadano del
mundo, a mí las banderas no me ponen, al final lo que cuenta es el camarada que
tienes al lado y salvar el pellejo, y todo ese relato del reportero intrépido,
oliendo a sudor, tabaco y whisky. Con ello, el autor argumenta que su libro no
va de la Guerra Civil estrictamente, sino de las personas que lucharon en ella,
de los que, voluntarios o a la fuerza, se vieron inmersos en esa vorágine de
fuego y sangre entre compatriotas.
Lo que pasa es que a Pérez-Reverte se le ve el plumero. El murciano es seguido en redes por una legión de admiradores, yo diría más bien
de corte conservador, entusiastas de sus tuits y de sus artículos en el
dominical de ABC. Me temo que muchos
de ellos se sentirán un tanto defraudados al leer “Línea de fuego” y comprobar que la querencia del escritor es a la
izquierda en general y con un cariño especial a los comunistas en particular.
El escritor creo que pretende alinearse, en un postureo
intelectualoide quizás motivado por el rechazo que la “intelectualidad
literaria” tiene hacia el autor y su obra, en eso que se ha llamado “tercera
España”, tomando como modelos a personajes como el periodista sevillano, Manuel Chaves Nogales. Normalmente
gente de izquierda, pero un tanto defraudados de la deriva extremo izquierdista
de la II República española que, por lo general, pusieron bastantes kilómetros
entre la patria en llamas y ellos.
Esto se traslada al texto en el distinto tratamiento que el
autor aplica a los diversos grupos militares que intervienen en el “fregao”.
Pérez-Reverte deja traslucir su admiración y cariño por esos obreros de
izquierda que fueron al frente a “defender la legitimidad de la República, los
derechos de los trabajadores y el avance de las mujeres”, fijándose
particularmente en los comunistas seguidores de la línea oficial estalinista, a
los que reconoce como los más eficaces sobre el terreno de batalla entre el
caos de las tropas republicanas. Además, es en el caso de estos grupos digamos
que del ejército rojo, donde el autor entra en ciertos diálogos de debate
político, eso sí, con críticas a ciertos dirigentes.
La única muestra de cierta ternura que muestra Pérez-Reverte
con tropas del bando “sublevado”, por cierto trata el golpe de estado
socialista de 1934 como protesta obrera, la tiene con los carlistas catalanes,
pero esto probablemente esté motivado por un gesto con su amigo el pintor, Augusto Ferrer- Dalmau, a quien dedica
el libro y que colabora en el mismo con varias ilustraciones.
Como comentaba más arriba, el que haya escuchado a
Pérez-Reverte en alguna de sus entrevistas al respecto, puede haber oído comparaciones
tan tendenciosas y peregrinas como decir, más o menos literalmente: que
muchachos comunistas que vendían Mundo Obrero en el barrio de Salamanca ¿?
fueron asesinados o que muchachos falangistas, menores de edad normalmente, que
vendían el periódico del partido en sitios como Cuatro Caminos, llevaban una
pistola en el bolsillo (sin mencionar que fueron estos los más castigados y
muertos por los pistoleros comunistas y socialistas).
Él lo ha dicho, no pretende la equidistancia, aunque si la
“ecuanimidad”, o sea, que, prefiriendo a una de las partes y considerando a la
otra como la ilegitima y agresora, puede comprender las motivaciones de
esta.
Con todo ello, si quieren pasar un rato entretenido, con una
narración muy dinámica, cinematográfica diríamos, lean “Línea de fuego”, quizás descubran al verdadero Pérez-Reverte.
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