Antonio Guerrero Camargo, “el marisquero”

Así es como lo conocíamos en mi familia, con quien mantenía estrechos vínculos desde hacía muchos años. Eso y su condición de gran empresario de la hostelería sevillana, originan esta reseña ahora que Antonio Guerrero Camargo nos ha dejado el día de la Inmaculada Concepción.

Emilio y Antonio Guerrero en
La Punta del Diamante
Lejos ya los tiempos de su padre, Emilio, con la chaquetilla blanca y el canasto de mimbre vendiendo cartuchitos de mariscos por el parque. Después vendría ese mostrador en una esquina del famoso bar del centro dela ciudad, hoy en la memoria como tantas cosas, La Punta del Diamante, un corner lo llamarían hoy. Ahí están en la foto, el abuelo Emilio y Antonio, una imagen histórica que encontré en la hemeroteca municipal de Sevilla, buscando fotos antiguas de la hostelería local. Luego Antonio construiría toda una cadena de bares y restaurantes que han sido santo y seña de la hostelería sevillana, con el nombre de su padre: Mariscos Emilio.

Una trayectoria singular que sigue la tercera generación de la familia. Cinco hijos ha tenido el matrimonio de Antonio y su esposa, Encarnación León, que espero esté repuesta de una reciente caída. Carmen y Nani son las que han tomado el testigo de la gestión del negocio. Señalar también la estrecha vinculación de Mariscos Emilio y la familia Guerrero con Triana, especialmente con la hermandad de la Esperanza, también con San Gonzalo, con quien se negociaron terrenos en la avenida de Coria donde se emplazó el local de La Torrecilla, quizás el más grande de los Mariscos Emilio que se abrieron.

Emblemático es también su local en la calle Génova, junto a la Plaza de Cuba, donde, entre otras exquisiteces, es muy afamada su ensaladilla de gambas, tapa tan de los entusiastas sevillanos y que está en todos los rankings de las mejores de la ciudad. Bares de éxito diario son sus muy sevillanas cervecerías La Grande, donde en vez de altramuces o cacahuetes, te ponen unas gambitas de cortesía con las bien tiradas cañas de cerveza muy fría, tanto la grande de verdad, en López de Gomara, como la concurridísima de San Jacinto, junto a la capilla de La Estrella, más acogedora pero con una excelente terraza en tan concurrida calle trianera.

El Ayuntamiento de Sevilla reconoció la labor de Antonio Guerrero en la hostelería sevillana concediéndole la medalla de la ciudad en 2017. Desde aquel primer local en San Juan de Aznalfarache, abierto en 1970, Antonio Guerrero Camargo construyó una cadena de establecimientos que nos deslumbraron con esos expositores climatizados llenos de gambas, patas y langostinos, entre otros sabrosos productos de nuestras costas cercanas. Mariscos Emilio ha sido desde hace años, ejemplo empresarial en el gremio hostelero de Sevilla.  

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