Ulises y la modernidad diferida
La grata lectura de 1922, esa crónica novelada de los sucesos literarios de hace este año un siglo tan bien narrada por mi amigo el escritor, Antonio Rivero Taravillo, me ha hecho volver a las páginas del Ulises de James Joyce, escritor irlandés y su famosa obra que son protagonistas principales del libro de Rivero Taravillo.
Tengo una edición de la colección Letras Universales de la Editorial Cátedra que, introducción y
estudios preliminares aparte, cuenta con 908 páginas de letra pequeña.
Reconozcamos que para el lector que se acerca por primera vez a Ulises semejante tomo es ya de por sí
un reto, no digamos cuando se adentre en ese microcosmos de la Dublín de
principios del siglo XX narrado con el peculiar e innovador estilo del irlandés.
La trama de Ulises
no me parece especialmente interesante, claro que he repetido varias veces,
para quien me haya querido escuchar (más bien leer) que, en la mayoría de los
casos, hablo de novela, me importa más cómo se cuenta que lo qué se cuenta.
Es difícil seguir la ¿trama? de la novela, por ejemplo, es
mucho más convencional el Joyce de Dublineses,
con una prosa también digna de los mayores elogios. Seguir a los personajes que
salen de la cabeza del escritor en Ulises
es algo difícil, y más si son los que se citan por boca de los presentes.
Igualmente a veces es muy complicado situar espacialmente los escenarios
referidos. Pero todo ello compone un fresco impresionante de creatividad, de
dominio de las frases, de referencias continuas a situaciones, ideas y hechos. Resumiendo,
el libro es brillantísimo aunque difícil para un lector digamos que primerizo.
Para mí Ulises plantea un problema fundamental, el leer las obras en un futuro muy posterior a cuando fueron creadas. Quiero decir que lo que supone para la literatura mundial la innovación de Ulises en 1922, se ve con otros parámetros un siglo después todo si se han leído obras posteriores de autores en cuyo bagaje, entre otros, figura la obra de Joyce. Piensen en el impacto para un lector acostumbrado a las tramas novelescas decimonónicas de aquella época.
Para el lector actual, que tenga un mínimo recorrido
literario, la lectura de Ulises es
comparable a quien por primera vez se acerque a las vanguardias artísticas de
la misma época que la novela en cuestión. Estamos ya acostumbrados a ver casi
de todo en Arte, pero el público de principios del siglo XX se “impresiona” al
ver la nueva pintura: cubismo, constructivismo, futurismo, etc… hasta el
abstracto.
Algo similar, para cerrar las comparaciones, a lo que le
puede ocurrir al público de cine que se haya criado viendo La Guerra de las Galaxias y las últimas producciones de Ciencia
Ficción con todo su alarde de efectos especiales digitales. Probablemente no le
impactará el lenguaje visual de la obra maestra: 2001, Una odisea del Espacio (Stanley Kubrick) que se estrenó nada menos que en ¡Abril de 1968!, una película que
cambió las bases del cine de Ciencia Ficción modernos, como también lo hizo,
años más tarde, Blade Runner (Ridley
Scott, 1982).
Es el problema de acercarse después de años de su creación, a
obras maestras que, en cualquier faceta de la creatividad humana, han supuesto
un hito importante en su campo, sea la literatura, el arte, el diseño, la ingeniería
o cualquier otro campo, es la virtud de los precursores.
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