"Un blanquito afrutado, por favor" ¿Moda de vinos blancos?

Dicen que el vino blanco es tendencia en España, que su consumo está creciendo en los últimos años. Fijémonos, por ejemplo, en uno de los portales más importantes de venta de vinos en línea: vinissimus.com Esta empresa publica en su web la lista de los 10 vinos más vendidos. Aparecen tres blancos y un rosado, en los puestos del 7 al 10, por ese orden: un verdejo, un albariño, un espumoso brut nature y un rosado navarro. Así que los seis primeros son tintos. Aunque probablemente ya es una novedad que, entre los diez más vendidos aparezcan tres blancos. Perfecto, estos son vinos que el cliente compra para recibirlos en su casa ¿Y qué está pasando en la hostelería?

La gastronomía española ha cambiado, eso es evidente. Nuevos platos estrella en bares y restaurantes, donde el atún (rojo) se ha erigido como el gran protagonista preferido de las cartas. Toda una serie de platos nuevos como los tartares, carpaccios, ceviches, cocina oriental (particularmente el sushi y todo lo japonés). También han cambiado los locales de consumo con la aparición de ese híbrido entre bar de tapas y restaurante que se ha dado en llamar gastrobar. Y con esos cambios también han variado las formas de consumo, pues el gastrobar ha traído, frente a la tapa de barra de pie o la mesa y mantel, el servicio más “desenfadado”, las mesas altas, la desaparición de las mantelerías y el compartir los platos entre varios comensales. Si nos fijamos en los productos y platos que he citado anteriormente, se convendrá fácilmente que los vinos blancos cobran protagonismo como maridaje ideal con los mismos.

Pero considero personalmente que hay otro factor determinante en el alza del consumo de vinos blancos, el protagonismo femenino en esa nueva gastronomía. Si se fijan ustedes, sobre todos en los nuevos gastrobares que son tendencia en la ciudad, hablo de Sevilla que es lo que mejor conozco, las mesas las ocupan mayoritariamente personas de sexo femenino. Es difícil ver, hablo en general sin querer caer en tópicos ni clichés, en estos nuevos negocios hosteleros, grupos de hombres solos comiendo, no entro en comidas de negocios ni en el mundo gay. Las amigas salen más, quedan más para comer, les gusta la calle y las tertulias en torno a una mesa y son más proclives a beber vinos blancos. 

¿Pero el vino blanco que se está bebiendo es mediocre? La cuestión, siempre lo digo en mis catas, es que el personal entre en el mundo del vino, tras un primer acercamiento a través de toda esa pléyade surgida en los últimos años de frizzantes, semi dulces y vinos, por lo general, con una sensación alcohólica más baja, más fáciles de beber y más refrescantes, quizás se vayan adentrando después en vinos más complejos y tal vez lleguen a apreciar un chardonnay de Borgoña o un blanco reserva de Rioja algún día.

Conviene aclarar una cuestión, y lo digo también para los (por desgracia) usualmente mal preparados camareros. Algo que repito mucho en mis catas es que lo contrario de seco no es afrutado, sino dulce. Esa moda horripilante de los diminutivos: “verdejito”, “riojita”, suele ir acompañada de un “¿Prefieres seco o afrutado?”. Pues mire usted, lo quiero seco y afrutado. La frutosidad del vino es una característica organoléptica, mientras que la sequedad o dulcedumbre va en consonancia con la cantidad de gramos de azúcar residual por litro de líquido.

Aclarado todo esto, bienvenido sea el auge de los blancos, de los rosados, de los generosos, de los espumosos y, naturalmente, de los tintos, o sea que ¡Viva el vino!

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