‘En agosto nos vemos’, un García Márquez menor
La iniciativa de sus herederos de editar y publicar ‘En
agosto nos vemos’ se intenta justificar en un breve prólogo que firman al
alimón los hermanos, Rodrigo y Gonzalo
García Barcha, hijos del autor colombiano. Se refieren, en cuanto al estado
de su padre en esos últimos años, al “desvanecimiento de sus facultades
mentales”, para de alguna manera soslayar la frase del creador de la obra
sentenciando: “Este libro no sirve. Hay que destruirlo”. Diez años después de
la muerte de “Gabo”, han tomado la decisión de publicarlo, a pesar de que
efectivamente reconocen que “el texto no está pulido como lo están sus más
grandes libros”, pero aun así creen que “el texto tenía muchísimos y muy
disfrutables méritos” y, justificando literariamente con varios argumentos más
esos méritos, proceden a darlo a la imprenta por “anteponer el placer de sus
lectores a todas las demás consideraciones”.
El libro en sí es una novela corta, 122 páginas en su
edición actual, que se lee fácil y rápido. Aunque consta que es una obra
inacabada, entiendo que lo es más por pulir el texto, aunque se dice en el epilogo
del editor que es la quinta versión, que por la historia en sí que, más o
menos, si termina (no se sí por mano del autor). Es cierto que hay
reiteraciones de frases que chocan en un gran escritor y que dan al relato un
aire de borrador por corregir. Pero indudablemente, y como no podía ser de otra
manera, la prosa es de calidad sin alcanzar, ya se dijo, las cotas de
genialidad de sus grandes novelas.
La historia en sí tampoco tiene mayor trascendencia, un
juguete seudoerótico que, eso sí, las mentes preclaras podrán justificar de mil
acostumbradas maneras: mujer que se busca a sí mismo, expresión de una mujer
madura que busca su libre camino… y mil zarandajas más de ese porte, cuando en
realidad lo que tenemos es a una señora que, con la excusa de la visita anual a
la tumba de su madre, se dedica a tirarse al primero que se liga cada
temporada. Un adulterio que parece no afectar a su matrimonio, en principio
feliz, aunque incluso se plantee que si lo hace una vez al año en su viaje, por
qué no hacerlo regularmente en su vida cotidiana. Supongo que este sería un
tema a desarrollar si la novela hubiese tenido mayor recorrido, al igual que lo
hubiese tenido probablemente otra línea argumental, la revelación, al final, de
la misteriosa historia de la madre muerta.
Con todo lo cual, para los amantes de la literatura en
general y para los de García Márquez en particular, entre los que me encuentro,
un nuevo libro del “mágico” escritor de ‘Cien años de soledad’ o ‘El amor en los
tiempos del cólera’, es un acontecimiento a celebrar.
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