Sumar, Falange y una pintora en el Thyssen

El actual Director del Museo Thyssen – Bornemisza de Madrid, Guillermo Solana, ha sido candidato a las pasadas elecciones europeas en la lista de la formación política de ultraizquierda, Sumar. Su gestión al frente del Thyssen sigue las consignas culturales de su correligionario de partido, el actual Ministro de Cultura, Ernest Urtasun Domènech. Así, dentro del importante museo se han abierto dos vías de actuación coincidentes con las intenciones expresadas últimamente por el ministro: la “descolonización del arte” y la recuperación de figuras femeninas olvidadas o casi, por su condición de ser mujer. En este último sentido se exhiben en las salas del Thyssen desde el 18 de Junio y hasta el próximo 15 de Septiembre, las obras de la pintora española, Rosario de Velasco (Madrid, 1904 – Barcelona, 1991)

No sé si estaría en el ánimo del Director del Museo Thyssen, recuperar la obra de una mujer, sí, pintora importante de la primera mitad del siglo XX, también, obviando su condición de falangista, siendo incluso amiga personal de José Antonio Primo de Rivera, uno de los fundadores, principal ideólogo y Jefe Nacional hasta su asesinato (legal) en la cárcel de Alicante en Noviembre de 1936 de Falange Española y de las JONS. Rosario fue muy amiga la hermana de José Antonio, Pilar Primo de Rivera.

Curiosamente se publicaron ciertos paralelismos, en el auge de Podemos, partido matriz de Sumar, entre algunas frases entresacadas de discursos de su entonces líder público, Pablo Iglesias y la doctrina falangista de Primo de Rivera. Podría decirse que, en principio, ambos coinciden en la búsqueda del “bien común”, si bien desde ángulos distintos. En el caso de Falange Española desde la espiritualidad, la dignidad humana, el patriotismo y la acción sindical. En el de Podemos desde el materialismo marxista, el ateísmo, la deshumanización de las masas y la dictadura totalitaria del Estado. 

Adán y Eva (1932)

Falange Española, como movimiento político vanguardista, acogió entre sus simpatizantes y afiliados a no pocos escritores, famosa es la llamada “corte literaria de José Antonio”, pero también a creadores de todos los ramos, como la arquitectura, ahí está entre otros el donostiarra, José Manuel Aizpurúa, artífice del influyente edificio del Club Náutico de San Sebastián y uno de los más prometedores arquitectos de la modernidad española, cuya carrera y su propia vida, también se vio truncada por su asesinato en la retaguardia del frente durante la Guerra Civil. Tampoco la pintura más innovadora fue ajena a la vanguardia del movimiento Nacional – Sindicalista, como la del pintor malagueño, también asesinado en 1936, Alfonso Ponce de León o Pancho Cossío, uno de los más destacados componentes del nuevo arte español del siglo XX.

Pero al margen de cuestiones políticas e ideologías de género, dos cuestiones básicas para justificar la muestra del Thyssen: ¿Merece Rosario de Velasco esta exposición? Y ¿Quién es esta, hasta ahora, desconocida pintora para el público?

A la primera pregunta la respuesta es un rotundo sí. En cuanto a su vida, alentada por su padre, maestro de dibujo y acuarelista, Rosario pintó desde muy niña, estudiando posteriormente en su adolescencia y juventud con el pintor, Fernando Álvarez de Sotomayor. Rosario se sentía influida por grandes maestros, que aprendió a ver en el Museo del Prado. Le llamó la atención principalmente el Quattrocento italiano, teniendo entre sus autores predilectos al prematuramente fallecido, Massacio. Aunque no era ajena a las vanguardias, admiraba también a los artistas cubistas, como Picasso y Braque, o la enigmática pintura del italiano, Giorgio De Chirico. En 1932, ya en tiempos de la IIª República Española, se le negó por ser mujer el primer premio en el certamen nacional de Bellas Artes, concediéndosele el segundo premio por su obra ‘Adán y Eva’, presente en la muestra del Thyssen. Sí ganó en 1934 el primer premio de la Exposición del Traje Nacional con su obra ‘Maragatos’. Ello propició que sus pinturas llegaran a ser mostradas en sitios como el Carnegie Institute de Pittsburg, en 1935, donde expuso junto a Salvador Dalí, y también la dedicada al arte español contemporáneo en el Jeu de Paume de París en 1936. Tras su matrimonio con el doctor, Javier Farrerons, se estableció en Barcelona, salvo el periodo de la Guerra Civil, tuvieron que huir de la ciudad donde Rosario estuvo detenida unos días y a punto de ser fusilada, pero unas gestiones de su marido lograron salvarla, ambos huyeron a Francia para, desde allí, volver a la España “nacional”, la única hija de ambos nación en San Sebastián. En los años posteriores, Rosario de Velasco evolucionó hacia una pintura más suelta y personal, más alejada de la figuración de sus primeras obras.

Los inocentes (1936)
El regionalismo, el mundo social de trabajadores y agricultores, las inquietudes políticas, marcaron su obra, principalmente en el periodo que abarcan las pinturas ahora expuestas en el Thyssen, de entre 1920 y 1940. Figuración que refleja volúmenes que remiten efectivamente a los maestros italianos, además de su colorido, pero que también reflejan la modernidad de pintores como el onubense, Daniel Vázquez Díaz. Cuerpos macizos, con volumen. Gravedad un tanto silenciosa, que se refleja también en sus retratos, como en el de su hermano, vestido con su bata blanca de médico, Luis de Velasco. Un silencio roto por el drama en ‘La matanza de los inocentes’, reflejando el dolor de la población civil en la Guerra a través de las madres con sus hijos y donde podemos ver la influencia del clasicismo italiano en esos mantos rojo y amarillo, que también remiten a uno de sus maestros admirados, El Greco 

Obras recopiladas con dificultad, ya que muchas estaban desperdigadas y en paradero desconocido, según cuenta la comisaria de la exposición, su sobrina nieta, la periodista, Toya Viudes de Velasco, cuya labor en redes sociales, junto al también nieto de la pintora, Víctor Ugarte, ha sido fundamental para hacer posible esta muestra.

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