The Acolyte. La patética galaxia woke
Desde que vi salir un crucero imperial por detrás de mí en
la oscuridad de una sala de cine y adueñarse de la gran pantalla a finales de
1977, soy fan de la saga galáctica creada por George Lucas. Ya en el Imperio
Contrataca tuvimos el aviso de esos muñequitos de peluche llamados ewoks, infantilización que llegaría a la
cumbre con creaciones tan ridículas como Jar
Jar Binks y sus paisanos submarinos. Allí la cosa era soportable dada la
magnífica presencia de Liam Neeson, Ewan McGregor y, por supuesto, Natalie Portman. Pero nada comparado
con la patética actualidad de esas secuelas seriadas que, cada vez, son más
insoportables.
He visto el primer capítulo de ‘The Acolyte’ (La Acólita), enésima precuela de La Guerra de las Galaxias. El chicle se
quiere estirar y estirar, hinchar el globo hasta que estalla en la cara
dejándonos pringados. Y ya no voy a ver más capítulos. No solo porque la trama
es manida y aburrida, lenta, sino porque estoy hasta las narices de la
discriminación woke. Ni uno solo de
los personajes principales es un hombre blanco. Incluso entre los pequeños
alumnos de la escuela Jedi, no hay ni
un solo niño varón blanco.
Vemos pasar unos segundos algún hombre blanco, suelen ser sicópatas asesinos,
delincuentes o algún subalterno empujando una caja. Si algo se presta realmente
a la imaginación, a la variedad y al multiculturalismo, desde luego es una película
o serie de ciencia ficción, donde cabe casi, os sin casi, todo. Peor es cuando
realizan una serie o película histórica y, por ejemplo, te ponen a una reina de
Inglaterra negra.
Por supuesto que hay que estar de acuerdo con la igualdad de
sexos y de razas, pero una cosa es la igualdad y otra la venganza. O como me
temo en el caso de las plataformas, productoras y publicistas, tan solo obedece
a una estrategia marquetiniana, seguir una moda políticamente correcta para,
presuntamente, vender más.
En fin, con su pan se lo coman y que la fuerza (de un pedo)
les acompañe.
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