The Acolyte. La patética galaxia woke

Si Walt (Disney, of course!) levantara la cabeza, se quedaría helado, y perdonen el chiste negro fácil sobre la criogenización del fundador, de lo que hoy es la productora más woke del planeta, con permiso de Netflix. Me refiero, claro está, a Disney+.

Desde que vi salir un crucero imperial por detrás de mí en la oscuridad de una sala de cine y adueñarse de la gran pantalla a finales de 1977, soy fan de la saga galáctica creada por George Lucas. Ya en el Imperio Contrataca tuvimos el aviso de esos muñequitos de peluche llamados ewoks, infantilización que llegaría a la cumbre con creaciones tan ridículas como Jar Jar Binks y sus paisanos submarinos. Allí la cosa era soportable dada la magnífica presencia de Liam Neeson, Ewan McGregor y, por supuesto, Natalie Portman. Pero nada comparado con la patética actualidad de esas secuelas seriadas que, cada vez, son más insoportables.

He visto el primer capítulo de ‘The Acolyte’ (La Acólita), enésima precuela de La Guerra de las Galaxias. El chicle se quiere estirar y estirar, hinchar el globo hasta que estalla en la cara dejándonos pringados. Y ya no voy a ver más capítulos. No solo porque la trama es manida y aburrida, lenta, sino porque estoy hasta las narices de la discriminación woke. Ni uno solo de los personajes principales es un hombre blanco. Incluso entre los pequeños alumnos de la escuela Jedi, no hay ni un solo niño varón blanco.

La protagonista es una mujer negra, por partida doble además, porque su “lado oscuro” es una gemela perversa. La cosa se inicia en el típico bar galáctico, con la consabida variedad de seres, y una pelea entre “la acólita” y una señora exprofesora en la escuela jedi, a la que mata tras una pelea en plan Matrix. Y desde ahí personajes de todos los colores, incluso verde, que es otra señora, la jefa jedi. El profesor, oriental, su padawan, una chica con la cara pintada de blanco y múltiples cuernecitos. El jedi buenorro, negro también. Así todo. Por cierto con unos jedis que parecen que van vestidos de la fiesta de moros y cristianos de Alcoy. 

Vemos pasar unos segundos algún hombre blanco, suelen ser sicópatas asesinos, delincuentes o algún subalterno empujando una caja. Si algo se presta realmente a la imaginación, a la variedad y al multiculturalismo, desde luego es una película o serie de ciencia ficción, donde cabe casi, os sin casi, todo. Peor es cuando realizan una serie o película histórica y, por ejemplo, te ponen a una reina de Inglaterra negra.

Por supuesto que hay que estar de acuerdo con la igualdad de sexos y de razas, pero una cosa es la igualdad y otra la venganza. O como me temo en el caso de las plataformas, productoras y publicistas, tan solo obedece a una estrategia marquetiniana, seguir una moda políticamente correcta para, presuntamente, vender más.

En fin, con su pan se lo coman y que la fuerza (de un pedo) les acompañe.

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