Bodegas Vizcarra. La nueva Ribera del Duero
Juan Carlos Vizcarra marchó a La Rioja a estudiar enología y, a su regreso al terruño familiar, se lanza en un garaje a elaborar vinos con marca propia. El proceso llega a 2007 con la inauguración de la nueva bodega. Nuevas instalaciones donde todo se elabora por gravedad, incluidos esos depósitos redondos trasladados con grúa llamados ovis.
He titulado esta crónica como la nueva Ribera del Duero, por las características de los vinos de Vizcarra,
como el mismo Juan Carlos nos ilustró en la cata. Vinos que “tienen en cuenta el cambio climático e
intentan disimularlo con vinos más frescos, más atlánticos”, según sus
mismas palabras. Para ello introducen uvas distintas a la clásica Tempranillo/Tinto Fino, con las más
fresca y frutal Garnacha, de la que
probamos un interesante monovarietal. Todo ello sacando menos extracción de las
uvas, con más fruta y menos sensación de madera.
La bodega se sitúa en la población de Mambrilla de Castejón,
en el límite provincial de Burgos con Valladolid. Viñedos situados entre los
800 y 925 metros de altitud, la mayoría en vaso, con tres tipos de suelos:
calizos, arenas y gravas, arcillosos.
Los tintos catados comenzaron por el básico de la bodega, Senda de Oro 2021, un 100% Tinto Fino
del viñedo más joven. Un tinto frutal con levísimo toque de elegantes tostados
de la barrica, en la que se cría durante unos 6 meses.
Vizcarra 15 meses
2020 es el “crianza” de la bodega. Frutos rojos con fondo lácteo. Como
todos los que probamos a partir de este, tánico aún, con futuro en la botella.
A Torralvo 2020 le da nombre una de las fincas. El primer vino de pago de la bodega, de 1996. Elaborado en tanques de hormigón de 8.000 litros y, a mi parecer, esto lo dota en nariz de cierta nota a cacharro de barro, además guinda madura y leves tostados. 18/20 meses en barricas (90% francés y 10% americano) Un vino para guardar.
Los dos vinos siguientes responden a los nombres de las
hijas del propietario y son dos elaboraciones especiales de distintas parcelas.
Celia 2020, con un pequeño
porcentaje de Garnacha, que se elabora en barricas abiertas y parte en hormigón
y que transmite fresca acidez de fruta roja. El otro es Inés 2020, elaborado por primera vez en 2004, busca la elegancia y
la finura, para ello se ensambla con un porcentaje de Merlot y de Albillo, con
una Tinto Fino de viñedos de unos 50 años en terrenos limosos de fondo calcáreo.
Ambos se crían unos 18/20 meses en barricas de 400 litros, más 2/3 meses en fudres
de 2.000 litros antes de pasar a botella.
He mencionado antes el Vizcarra
Garnacha 2021, de leve y brillante color púrpura. Notas en nariz de
mandarina y fruta roja acida con notas verdes. Muy fresco en boca con un toque
amargo final. Fermenta en hormigón y pasa a barricas de 400 litros durante 8/10
meses, más 2/4 meses en fudres.
Este refrescamiento de vinos que hace nada llevaban por
bandera su color y potencia estructural, me refiero a toda la Ribera del Duero,
quizás se deba a varios factores. Por un lado el cambio de actitud de ciertos
enólogos y especialistas en vino, que han abanderado una cruzada por vinos
mucho más frutales, declarando la guerra a la madera. Por otro lado, un público
más joven que, influenciado por la nueva moda y poco educado en el mundo del vino,
busca la ligereza y el trago fácil. Nuevos tiempos.
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